Una vez estacionamos el vehículo en un aparcamiento de pago, iniciamos la visita a San Sebastián acercándonos a la catedral del Buen Pastor, construida a finales del siglo XIX en estilo neogótico ornamental. Exteriormente destaca su capitel central de 75 metros de altura.
Una parte de la Catedral estaba en obras y la fachada quedaba un tanto deslucida. Accedimos al interior (entrada gratuita) para admirar sus tres naves con sus vistosas vidrieras. El templo cuenta con el órgano más grande de España y uno de los más grandes de Europa.
Vista la Catedral, atravesmos la plaza de Bilbao, peatonal y con una fuente circular, y nos acercamos al río Urumea por el emblemático puente de María Cristina, inaugurado en 1905. El puente fue nombrado en honor a la reina María Cristina, quien veraneaba frecuentemente en la ciudad.
El puente conecta el centro de la ciudad con el barrio de Egia. Destaca por su diseño neogótico, por sus estatuas de gran detallismo y por sus impresionantes obeliscos decorativos situados en cada extremo, que le confieren un aire majestuoso.
Caminamos por el paseo de Francia, trazado en la margen derecha del río Urumea, que ofrece una buena panorámica de los palacetes afrancesados reflejados en el río.
Avanzamos por el paseo de Francia hasta el puente de Santa Catalina, inaugurado en 1872, caracterizado por su estructura clásica y elegante. Cruzamos el histórico puente para acceder nuevamente al centro de la ciudad.
Tras salvar el puente sobre el Urumea accedimos a la avenida de la República Argentina. Avanzando por ella dimos con la plaza de Oquendo, en cuyo centro se alza la estatua dedicada al ilustre almirante guipuzcoano Antonio de Oquendo.
En la plaza de Oquendo destaca el teatro Victoria Eugenia, uno de los edificios más emblemáticos de San Sebastián, inaugurado en 1912. Su nombre honra a la reina Victoria Eugenia de Battenberg, esposa del rey Alfonso XIII de España.
Desde la plaza de Oquendo, si nos asomamos al río Urumea, tendremos una buena perspectiva de su desembocadura. Y en la orilla opuesta veremos el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal, construido a base de cubos de cristal traslúcido.
En la avenida República Argentina, cerca de la plaza de Oquendo, adquirimos tres billetes para realizar un recorrido turístico en trenecito por todo San Sebastián. La experiencia fue grata.
Situada al pie del monte Urgull y junto al puerto, la Parte Vieja es famosa por sus plazas, sus estrechas calles empedradas, su rica arquitectura y su vibrante escena gastronómica.
Cuando el calor aprieta, las sombrías callejuelas de la Parte Vieja son todo un reclamo para locales y visitantes. A través de ellas dimos con la iglesia de San Vicente, construida en el siglo XVI en estilo gótico.
La calle 31 de agosto nos condujo hasta la basílica de Santa María del Coro, del siglo XVIII, quizá la más representativa de la ciudad (es su patrona). Desde la calle Mayor obtendréis una buena vista de la portada principal de la iglesia.
No podíamos pasar por la Parte Vieja de San Sebastián sin acercarnos al porticada plaza de la Constitución, conocida por sus balcones numerados que datan de cuando el espacio se usaba como plaza de toros.
La plaza de la Constitución fue sede del Ayuntamiento, inaugurado en 1887, y el centro de las principales celebraciones locales, tamborrada incluida.
La ruta por la Parte Vieja concluye en la espléndida bahía de La Concha. Fuimos a parar a los jardines Alberdi-Eder, presididos por un gran edificio: la actual Casa Consistorial. Desde 1887 hasta la prohibición del juego, fue el Gran Casino que atraía a aristócratas de toda Europa.
El alojamiento en San Sebastián es caro todo el año. Por eso decidimos alojarnos en las afueras, concretamente en el hotel Ametzagaña, un complejo hotelero de dos estrellas ubicado al sur de la ciudad. Ametzagaña no nos acabó de convencer: acceso complicado en un nudo de carreteras, chinches en la habitación (nos dieron otra)...
Como puntos a su favor, cabe decir que el hotel se convirtió en el punto de partida para acometer excursiones por la provincia de Guipúzcoa. También cabe reseñar que, tanto el desayuno como la cena estuvieron a la altura, y que el aparcamiento era gratuito, lo cual fue de agradecer.