La primera etapa del Explorerail consiste en una visita relámpago a Toledo, la capital de las tres culturas. El tren de cercanías, con un billete de ida y vuelta, fue la forma más rápida de realizar esta maravillosa excursión.
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Toledo es conocida como la ciudad de las tres culturas. En el apretado casco antiguo, al que accedimos por el puente de Alcántara cruzando el río Tajo, coexisten templos cristianos, judíos y musulmanes. Nuestra visita consistió en visitar algunos de ellos: Catedral y sinagoga de Santa María la Blanca, además del Alcázar, uno de sus edificios más representativos.
![]() Puente de Alcántara |
![]() Puente de Alcántara |
Pateamos la ciudad desde la plaza Zocodover hasta el mirador del Tajo, soportando temperaturas muy altas, y a última hora de la tarde regresamos a Madrid en un nuevo cercanías. En Chamartín sólo tuvimos tiempo de partir hacia Granada en un tren nocturno.
La etapa andaluza del Explorerail fue la más larga y también la más intensa. En seis días descubrimos cuatro capitales de las ocho que componen la Autonomía: Granada, Málaga, Córdoba y Cádiz, además de Jerez de la Frontera y una escapada a Torremolinos.
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Llegamos a Granada en el tren nocturno procedente de Madrid. Nos alojamos cerca de la estación, en el modesto hostal Alcazaba, y de inmediato iniciamos la visita a la ciudad. Comenzamos por la antigua fortaleza de la Alhambra
VER LA ALHAMBRAPor la tarde, serpenteamos por el retorcido Albaycín, el barrio que mejor ha conservado el aspecto de la ciudad árabe, para asomarnos al mirador de San Nicolás, que exhibe la mejor vista de la Alhambra. En el centro histórico vimos la catedral y entramos en la Capilla Real, construida por los Reyes Católicos en 1504, donde reposan sus despojos.
Al día siguiente, ante la ausencia de trenes matinales que unieran Granada con Málaga, nos vimos obligados a desplazarnos en autobús. Llegamos a Málaga a mediodía, nos alojamos en el sencillo hostal Residencia Avenida y, después de saborear ricas tapas en un bar, iniciamos la visita a la ciudad.
Comenzamos por la Casa natal de Pablo Picasso y concluimos en el castillo de Gibralfaro, fortaleza de origen fenicio reconstruida en el siglo XIV. Su especial atractivo es el paisaje que la rodea.
La Costa del Sol malagueña es, sin duda, muy popular y relevante en lo que a turismo se refiere. Por eso, el segundo día opatamos por darnos un baño de sol y de playa en Torremolinos. Cubrimos la ruta en trenes de cercanías y a última hora de la tarde partimos hacia Córdoba en un tren de largo recorrido.
Llegamos a Córdoba siendo ya de noche. Íbamos a ciegas, pero en la Judería, cerca de la Catedral, dimos con el hostal Deanes, un magnífico hospedaje con patio cordobés que tuvo a Garcilaso de la Vega como ilustre propietario.
Al día siguiente, como cabía esperar, iniciamos la visita a la ciudad abordando la Catedral-mezquita, joya de la arquitectura que reúne la evolución del estilo omeya en España. El edificio actual es el resumen de una mezquita inicial levantada sobre los materiales de la basílica cristiana de San Vicente. En el siglo XVI se construyó el crucero de la Catedral. A destacar: alminar, torre, Patio de los Naranjos y Sala de Oración.
![]() Catedral de Córdoba |
![]() Catedral de Córdoba |
Cerca de la Catedral se encuentra el Alcázar de los Reyes Católicos, de origen omeya, cuya visita también recomiendo. El Palacio Episcopal ocupa una parte del Alcázar, y otra parte está reservada a sus magníficos jardines.
Alrededor de la mezquita dimos con la calleja de las Flores, en cuyas fachadas rivalizan la belleza de las flores. También paseamos por la plaza del Potro, llamada así por la estatuilla que corona la fuente del siglo XVI. En ella está la posada del Potro, nombrada por Cervantes en el Quijote.
A media tarde, cuando el calor no era tan acusado, cruzamos el río Guadalquivir por el Puente romano, fundado en tiempos del emperador Augusto. En un extremo del puente pudimos ver la Calahorra, edificio de 1369 levantado por orden del rey Enrique II sobre una fortificación musulmana.
Llegamos a Cádiz, vía Sevilla, en un tren diurno procedente de Córdoba. Nos alojamos en el hostal España, en el centro histórico, un agradable edificio con patio andaluz ubicado junto al Ayuntamiento.
Media jornada fue suficiente para ver lo mejor de Cádiz: Monumento a las Cortes de Cádiz, la Catedral, de corte neoclásico, y un paseo por el litoral gaditano, desde el castillo de Santa Catalina hasta el parque Genovés.
Por supuesto, entre visita y visita, no hay nada como reponer fuerzas en las muchas tascas que abundan por la ciudad. Cerveza, gambitas, pescaíto y otras tapas, fueron un regalo para el paladar.
Al día siguiente, de buena mañana, tomamos un tren regional y nos dirigimos a Jerez de la Frontera, ciudad gaditana que cuenta con una gran tradición vinícola (se remonta al siglo V).
Jerez dio mucho de sí. Vimos el Alcázar y la muralla, construidos en el siglo XI, y después de almorzar visitamos las bodegas González-Byass, para conocer su original sistema de soleras. A última hora de la tarde, cogimos un taxi y nos presentamos en la estación de tren, a tiempo de subir al Expreso nocturno que unía Cádiz con Bilbao, vía Madrid.
La etapa castellano-leonesa llegó hacia la mitad del circuito. En una jornada que comenzó de madrugada vimos Ávila y Segovia, pequeñas ciudades situadas al norte de la sierra de Guadarrama, muy cerca de Madrid.
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Una sola jornada, que comenzó a las siete de la mañana y acabó a medianoche, fue suficiente para contemplar lo mejor de Ávila y Segovia, dos joyas de Castilla y León.
Nos presentamos en Ávila cuando comenzaba a amanecer. El desayuno en la estación vino precedido de una interesante visita a su extensa muralla medieval, el principal punto de interés de la ciudad.
Nos costó unos buenos minutos de caminata, pero mereció la pena alcanzar Los Cuatro Postes, el mejor mirador de la muralla y la ciudad. Si podéis ir de buena mañana o al atardecer, la foto será de postal. No fue el caso.
Esa tarde partimos hacia Segovia en un tren Regional. Hicimos transbordo en El Escorial (Madrid), y un nuevo tren Regional nos acercó a Segovia, ciudad que cuenta con un amplio patrimonio arquitectónico.
Lo primero que hicimos al abandonar la estación ferroviaria fue acercarnos al Acueducto romano, una proeza de la ingeniería, que después de 2.000 años goza de una excelente salud.
Otros puntos de interés de Segovia son la Catedral y el Alcázar. Este último es uno de los castillos más emblemáticos de España, es famoso por su silueta de cuento de hadas y su importancia histórica.
Situado sobre un cerro en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, el Alcázar ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad y la campiña segoviana. Y no hubo tiempo para más, un autobús de la compañía Sepulvedana nos trasladó de vuelta a Ávila.
Esa noche, en la estación ferroviaria de Ávila, urdimos un plan que rondaba por nuestras cabezas desde hacía algunos días: visitar Lisboa. El taquillero nos informó que debíamos tomar un tren hasta Medina del Campo (Valladolid), y hacer transbordo para coger el tren nocturno que unía Bilbao con Lisboa. Y eso hicimos.
Echamos una cabezada en la estación de Medina del Campo y a las tres de la madrugada montamos en el citado tren, que tenía los compartimentos repletos de viajeros que habían disfrutado de los Sanfermines. Menuda juerga que llevaban algunos.
El billete Explorerail no era válido para territorio luso, pero convencimos al receloso revisor (se quedó con la mosca en la oreja), que ni siquiera nos cobró suplemento.
VER LISBOALa quinta etapa del Explorerail nos trae de vuelta a España. Durante dos días, entre Elvas, Badajoz, Mérida y Madrid, nos movimos a pie, en taxi y en tren. La red ferroviaria extremeña no estaba a la altura: red sin electrificar, traviesas de madera, retrasos, averías...
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Llegamos a Badajoz pasada la una de la noche, caminando desde Elvas (Portugal). Cruzamos el río Guadiana por el puente de Palmas, y a partir de la Puerta de Palmas (del siglo XVI), penetramos en el centro histórico. Afortunadamente, dimos con el hotel Cervantes, de dos estrellas, el único que nos abrió sus puertas.
Al día siguiente, de camino a la estación de tren, dimos un corto paseo por Badajoz. Pasamos por la plaza de España, vimos la Alcazaba y cruzamos el río Guadiana por el puente de Palmas. En la estación nos llevamos una sorpresa: el Talgo que debía partir hacia Madrid se había estropeado y el trayecto hasta Mérida se cubría en taxi. Extremadura y sus trenes no daban tregua.
Llegamos a Mérida a mediodía, en un taxi proveniente de Badajoz. Nos alojamos en el confortable hostal Los Arcos, situado a 200 metros de la estación de Renfe. Después de almorzar nos dirigimos hacia dos de los monumentos más importantes de la ciudad: el Teatro y el Anfiteatro romanos, dos imprescindibles de la capital extremeña.
En la taquilla adquirimos, por 2,40€, una entrada que permitía el acceso a los dos recintos mencionados anteriormente, además de la Casa del Anfiteatro, la iglesia visigoda de Santa Eulalia, la Alcazaba, la Casa del Mitreo y la zona arqueológica de la Morería.
De forma gratuita, caminando por las calles emeritenses, también admiramos el templo de Diana, el Arco de Trajano, el acueducto de los Milagros, el Circo romano y, sobre todo, el puente romano, por cuya calzada cruzamos el río Guadiana.
Una visita a Mérida no estará completa sin la visita al Museo Arqueológico de Arte Romano, que acoge una amplia muestra de piezas, estatuas, frisos y columnas halladas en los distintos recintos.
![]() Museo Arqueológico. Mérida |
![]() Museo Arqueológico. Mérida |
Como ocurriera con Lisboa, que no figuraba en el menú, visitar Santiago de Compostela en año jubilar no estaba previsto. Fue una locura que nos trasladó desde Mérida, en la cálida Extremadura, hasta la pluviosa Galicia. Y como ocurre en España, que todos los caminos confluyen en Madrid, nos vimos obligados a cambiar de tren en Chamartín.
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La última etapa del viaje fue una auténtica locura, pues permanecimos más tiempo en el interior de trenes que realizando visitas a ciudades. Mérida - Madrid - Santiago, a bordo de trenes Talgo (el último nocturno), fue la ruta que nos catapultó desde la capital extremeña hasta la capital de Galicia.
A primera hora de la mañana llegamos a Santiago de Compostela. El año 1999 era jubilar y aprovechamos la circunstancia para poder entrar en la catedral compostelana por la puerta del Perdón.
![]() Catedral de Santiago. Plaza Obradoiro |
![]() Puerta del Perdón. Catedral de Santiago |
Como dos peregrinos más, mi colega Isidoro y yo concluimos el Explorerail a lo grande, admirando la catedral compostelana por dentro y por fuera, paseando por la plaza del Obradoiro, probando la rica gastronomía gallega y caminando alegremente por las estrechas calles del casco viejo.
A última hora de la tarde pusimos fin al Expolorerail partiendo hacia La Coruña en un tren Regional. No había tiempo para realizar visitas de última hora. Permanecimos cerca de una hora en los aledaños de la estación coruñesa y al caer la noche partimos hacia Barcelona en un tren nocturno, el último del viaje, que recorría todo el norte de España antes de llegar a la Ciudad Condal.