A primera hora de la mañana, el tren se detuvo en la estación de Santa Apolonia, en el barrio de Alfama. Estábamos algo retirados del centro, aun así, decidimos movernos a pie.
Estábamos en la parte baja del barrio de Alfama; caminábamos hacia el centro por la calle largo do Terreiro do Trigo, cuando, en el número 15, localizamos la pensión Beira Mar (hoy desaparecida). Se trataba de un sencillo y económico alojamiento, bien ubicado entre el centro y la estación de tren. Fue el lugar elegido para hospedarnos en Lisboa.
Esa misma mañana, tras instalarnos en la pensión, iniciamos la visita al barrio de La Baixa, situado en el corazón histórico de Lisboa. Este emblemático barrio, reconstruido después del devastador terremoto de 1755, es famoso por su diseño neoclásico, sus elegantes avenidas y plazas monumentales.
Una de las principales calles del barrio es la peatonal Rua Augusta. Si camináis por ella hacia el estuario del Tajo pasaréis bajo el majestuoso Arco da Rua Augusta, un arco triunfal ornamentado del siglo XVIII.
Las calles de La Baixa confluyen en la plaza del Comercio, situada junto a la ribera del río. La plaza fue la antigua sede del Palacio Real, destruido en el terremoto de 1755. Es, por tanto, una de las plazas más icónicas de Lisboa.
En la plaza podréis admirar la estatua ecuestre de José I y el majestuoso Arco da Rua Augusta, que destaca por sus figuras esculpidas y por su mirador con vistas al estuario y al centro de la ciudad.
Uno de los atractivos del barrio es el Elevador de Santa Justa, un ascensor de hierro forjado que conecta La Baixa con el barrio alto. Fue diseñado por un discípulo de Gustave Eiffel. Desde su parte superior, se puede disfrutar de vistas panorámicas.
El resto de la mañana lo dedicamos a Alfama, un entramado de callejas empinadas alrededor de la Sé (catedral) que forman el barrio más antiguo de Lisboa. Para llegar a la parte alta del barrio salvando las cuestas, podéis tomar el tranvía 28, todo un clásico de la capital lusa.
En la parte alta de Alfama, junto al castillo de San Jorge, se localiza el Mirador de Santa Luzía, uno de los más emblemáticos e impresionantes de la ciudad. Su terraza brinda una sublime panorámica de Lisboa y el río Tajo. En la plaza que lo acoge, además, podréis contemplar una decoración única en azulejería. Aunque yo me quedo con las vistas.
Cerca del mirador se encuentra el castillo de San Jorge, lugar de nacimiento de la ciudad, cuya visita recomiendo por su arquitectura y por las fenomenales vistas que ofrece de Lisboa.
La historia del Castillo se remonta al siglo VI a.C., cuando los fenicios, seguidos por romanos, visigodos y musulmanes, utilizaron la colina como punto estratégico de defensa.
En 1147, el rey Alfonso I de Portugal (Afonso Henriques) tomó el Castillo durante la reconquista cristiana, convirtiéndolo en residencia real y símbolo del poder portugués. Aunque perdió importancia militar con el tiempo, la fortaleza fue restaurada en el siglo XX y ahora es un monumento histórico clave.
Mi paso por Lisboa fue fruto de la más absoluta de las casualidades. En el verano de 1999, durante el Explorerail que realizaba con mi colega Isidoro por España, se nos ocurrió la brillante idea de penetrar en territorio luso por la patilla (el billete no lo permitía), engañando al bueno del revisor.