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Diccionario etimológico y toponímico
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Palabras castellanas de origen euskérico
LAS UNIVERSIDADES ESPAÑOLAS VIVEN INMERSAS EN UNA ENDOGAMIA, MEDIOCRIDAD Y FALTA DE INNOVACIÓN QUE LES IMPIDE VER LA REALIDAD QUE LES RODEA, SOBRE TODO EN LO REFERENTE A ETIMOLOGÍA Y TOPONIMIA
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Origen del castellano

El lingüista Wilhelm Von Humboldt (1767-1835), conocido en España como Guillermo de Humboldt, fue un erudito y hombre de estado prusiano, cofundador de la Universidad de Berlín. En 1821, Guillermo realizó un estudio toponímico y antroponímico de la península Ibérica, basándose en las informaciones de los autores clásicos desde la época prerromana y lo que pudo suponer en la lengua vasca. Del estudio onomástico dedujo que los íberos habían constituido un solo pueblo, con una lengua única originaria de la Península. Estableció que los topónimos de España y Portugal están escritos en lengua euskérica.

Ricardo Olmos, profesor de la UAM (Universidad Autónoma de Madrid), colaborador del libro "Los íberos, príncipes de occidente", tacha esta declaración como de "errónea", sin aportar argumentos.


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Guillermo de Humboldt

En la línea de Von Humboldt, Lucio Marineo Siculo en el año 1553 defendía que los antiguos habitantes de la Península hablaban un idioma que en esencia era el mismo vasco actual. El historiador Esteban de Garibay (1553-1600) afirmaba que la lengua vasca fue la primera que se habló en España. Y unos cuantos siglos más tarde, hombres y mujeres como los hermanos Goitia, Carmen Jiménez Huertas, Bienvenido Mascaray, Bernat Mira Tormo, Antonio Arnaiz Villena y un largo etcétera, batallan contra viento y marea para dar a conocer el origen de los topónimos de España y de buena parte de Europa, Asia y norte de África.

Con la elaboración de este diccionario etimológico quiero rendir un tributo al trabajo de investigación que realizan diariamente Jon y Javier Goitia Blanco. Originarios de Bermeo, Vizcaya, los hermanos Goitia nos enseñan que el origen de la lengua castellana no es el latín, como nos quieren hacer ver muchos etimologistas de dudosa reputación. Hace miles de años, antes de que llegaran a la península Ibérica celtas, romanos, visigodos, árabes, etc., un idioma vasco arcaico, o protoeuskera, se extendía por todo el territorio, incluso abarcaba una parte de Europa, Asia y el norte de África. Javier Goitia llama a esta lengua eukele (euk: nuestra y ele: lengua), que también sería el embrión que evolucionó en el actual idioma vasco. Javier, que lleva treinta años desvelando el verdadero origen etimológico de muchas palabras castellanas, está terminando un "Diccionario etimológico crítico del Castellano", una obra integrada en 19 ámbitos de la sociedad, donde se aportan nada menos que 1.975 voces procedentes de la primitiva lengua eukele.

Los hermanos Goitia están seguros de que fue el latín la lengua que tomó préstamos de esa ancestral lengua euskérica, y no al revés, como nos han querido vender los sabios latinisitas a lo largo de los años (el actual vasco sí habría tomado préstamos de otras lenguas para adaptarse a los tiempos). El castellano (y en menor medida las otras lenguas ibéricas: catalán, gallego y portugués) se ha cimentado en el idioma eukele, que probablemente se asentó en España hace más de cinco mil años. Los topónimos de muchos pueblos, montañas, ríos, valles y demás accidentes geográficos que pululan por el territorio peninsular así lo confirman. Javier cree que tres o cuatro mil años no son nada para nuestra toponimia, que con seguridad supera los 18.000 años.

El latín ha sido la principal lengua que ha enriquecido al castellano, de eso no cabe la menor duda, es la que ha aportado más palabras y la que nos ha permitido comunicarnos como lo hacemos hoy día. Si el "eukele" son los cimientos o la base del castellano, el latín constituiría los pilares.

Pero regresemos al eukele. No es casualidad que en Mallorca exista un Andratx (municipio) y en Almería un río Andarax. Tampoco es casualidad que en España existan ocho lugares que se llamen Bilbao o que existan varias Barcelonas, Córdobas, Zaharas o Ardales, por poner un ejemplo. Toda la Península está repleta de lugares que llevan el topónimo de gallo o gallego, voces que hacen referencia a lagos o a zonas encharcables próximas al alveo de los ríos. También abundan numerosos cerros o lomas llamados castell, castillo, castellar, etc, donde nunca hubo fortaleza alguna. "Cast-aillo" significaría "asentamiento para vigilar". Estos nombres, y otros que añadiré a la lista, tienen un origen euskérico, como lo tienen palabras castellanas relacionadas con insectos: libélula, mariquita, mariposa...; o con estos animales: perro, zorro, conejo, ardilla, pollo, ballena, delfín, liebre, cocodrilo, gacela, elefante...

Añado esta sección a mi web para echarles una mano a los hermanos Goitia, mostrándoos en qué consiste su trabajo. Quiero elaborar un diccionario que recopile palabras castellanas de origen euskérico, desvirtuando y echando por tierra teorías absurdas que las relacionan con el celta, el latín, el griego, el etrusco, el gótico, o el árabe. Muchos etimologistas, caso de Joan Coromines, Luis Michelena, o Jairo Javier García Sánchez, por desconocimiento de la lengua vasca, han cometido errores de órdago en sus respectivos libros, unos ejemplares que yo mismo he adquirido y que ahora me sirven para comprobar in situ dichas pifias. Estos sabios echan mano de un supuesto latín vulgar para explicarnos la procedencia de muchas voces que les resultan extrañas. En muchas ocasiones, lo único que buscan es una referencia escrita lo más antigua posible, para darla por buena por disparatada que parezca (caso de avellana, fruto que lo relacionan con el pueblo italiano de Abella; porque avellana en latín se dice corylus). En otras ocasiones asignan sonidos onomatopéyicos (caso de perro, cochino, guarro, gargajo...), o un origen incierto, a palabras que no siguen los cánones latinistas.

Las palabras apenas cambian con el paso de los años, mantienen una estructura básica original, con pequeñas alteraciones para hacerlas más fáciles de pronunciar en el habla cotidiana. Lo que no es de recibo es creer que una palabra latina como fistulare: "tocar la flauta", haya derivado en el verbo 'chillar'. Esto no tiene sentido; sin embargo, en el diccionario etimológico de Coromines abundan este tipo de disparates. Los hermanos Goitia nos revelan que el castellano tiene cientos de voces de origen euskérico y para sacarlas a la luz consultan en el vasco. De hecho, el actual euskera rechaza voces que ha tomado el castellano y crea otras alternativas de mucha menor calidad: lukeinki por chorizo, aiztoa por cuchillo...

Algunas de estas pifias nos hablan de Zaragoza y Pamplona, ciudades cuyos topónimos atribuyen a César Augusto y Pompeio respectivamente. Nadie se ha parado a pensar que Zaragoza tiene un nombre muy vasco, comienza como Zarauz (Guipúzcoa) y acaba como Zangoza (Navarra). Nadie nos dice qué pasa con Zaragoceta, pequeña localidad de Caspe ubicada junto a un meandro del río Guadalope. ¿También pasó por allí César Augusto?, ¿o fue un pariente suyo conocido como César Augusteta? Zaragoza y Zaragoceta tienen algo en común, se fundaron en una zona arenosa de los ríos Ebro y Guadalope respectivamente. SARA/ZARA = "el arenal" (como en Zarauz), GO = "superposición", TZA = "abundancial". Escrito en la primitiva lengua euskérica, significaría: "concentración o saturación de arenales". Y Pamplonas hay unas cuantas en España. Su nombre vendría a significar algo así como "gran atalaya baja y plana".

Mi pasión por la etimología y la toponimia viene de lejos. Conocer casualmente a Jon Goitia me abrió los ojos a un mundo nuevo, sobre todo el relacionado con aquellos lugares de la Península que, allende el País Vasco y Navarra, tienen un origen euskérico. Yo estoy convencido de ello. Sin embargo, reconozco que me cuesta mucho hacerles ver a familiares o amigos que no todo es latín en la toponimia ibérica y en la lengua castellana. Algunos se cierran en banda y no admiten otras teorías sobre el origen de los nombres que inundan el país. "Esto es de origen latino, aquello también", me dicen. Y si el pueblo tiene un nombre raro, lo atribuyen a un santo, a una deidad, o a un prohombre romano o árabe; pero nunca a un idioma euskérico. En una ocasión, rodeado de amigos, comenté que "verano" es una voz euskérica, vendría de BERO = "calor" y AN = "gran, grande". Traducido al castellano, tendríamos BEROANO > VERANO, o sea, "el gran calor". Todo escrito en lengua euskérica, porque en latín ya tenemos "estío", palabra que también empleamos de vez en cuando. "Verano viene de tempus veranum", me dijo un colega. "¿Y de dónde viene veranum?", le pregunté.

Sé que el castellano y muchos nombres de lugares de este país tienen un origen euskérico, provienen de voces que apenas se han alterado con el paso del tiempo. Da igual los siglos que hayan pasado o los pueblos que nos hayan invadido. Esos nombres son los originales. Y por poner solo un ejemplo de lugares de origen euskérico que tienen algún tipo de vínculo conmigo, tenemos: Cornellá, Checa, Chequilla, Iruecha, Judes, Maranchón, Arcos, Chaorna... (encontraréis sus topónimos en los textos de la web o en la sección "topónimos" de este diccionario). Los nombres de casi todas las Autonomías españolas tienen un origen euskérico: Galicia, Asturias, Cantabria, Euskadi, La Rioja, Navarra, Aragón, Cataluña, Castilla, Madrid, La Mancha, Murcia, Andalucía, Canarias, Baleares; como también lo tienen Portugal, Azores, Francia, Galia, Gales, Aquitania, Alemania, Atlas, Rusia, Atlántico...

De Cornellá (Barcelona), nos dicen que un romano llamado Cornelius pasó por la villa y, a falta de nombre, le puso el suyo. Claro, esto es muy loable. Pero, ¿qué pasa con el resto de las Cornellás que existen en España y Francia, o la Cornellana de Asturias? ¿También pasó dicho romano por esos territorios, bautizándolos todos de igual forma? ¿No es más sensato pensar que estos lugares tienen un accidente geográfico común? ¿Algo parecido a GOR = "duro, fuerte", ORN = "médula, franja", ELLA/EÑA = "peña", y que podríamos traducir como un estrato o franja de tierra consistente? Lo del romano que se llamaba Cornelius suena a risa, pero es lo que nos han vendido siempre. Y a ver quién es el guapo que va al Ayuntamiento con una propuesta diferente en la mano. ¿Creéis que os harían caso? Por cierto, ¿qué pinta un cuerno en el escudo de la ciudad? ¿No debería aparecer la efigie del tal Cornelius? Claro, como en catalán corn significa "cuerno", pues ya tenemos el lote completo. Y todos tan felices y contentos.

Para desvelar los topónimos ibéricos, los hermanos Goitia buscan referencias en la geografía del lugar, pues en un alto porcentaje les da la pista a seguir. Las peculiaridades del territorio habrían originado la mayoría de los topónimos y todo se basa en lo que veían nuestros antepasados. Ellos bautizaban un asentamiento, un río, una montaña o una zona costera en función de algo que les llamara la atención. Un ejemplo de ello es Peñíscola, el promontorio rocoso ubicado en la costa castellonense. Los latinistas sostienen que el nombre proviene de penis isola = "casi isla"; pero yo no estoy de acuerdo. Si aplicamos la teoría de bautizar lo que vemos, deduzco que Peñíscola tendría un nombre euskérico.


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Peñíscola

Tanto en esta sección como en los topónimos que encontraréis en los textos de mis viajes, descubriréis que a veces es difícil interpretar los nombres que acuñaban nuestros antepasados; nos cuesta ver el origen, porque un nombre puede tener varias interpretaciones en función de la geografía del lugar. Otras veces nos encontramos con que la geografía original ha cambiado, o mejor dicho, la hemos transformado con el paso de los siglos. Donde antes había una colina que dio nombre a un pueblo, hoy nos encontramos con manzanas repletas de pisos, por lo que el topónimo original ha desaparecido.

Un ejemplo de interpretación lo tenemos en Gor, voz euskérica que significa "dureza, duro", pero que también podría significar "rojo" (gorria). Es el caso de Almagro, en Ciudad Real. Para Javier Goitia "gor" es una roca dura que probablemente originó el nombre de la ciudad. Para mí, en cambio, "gor" se habría transformado con el paso de los años, por metátesis, en "gro". El terreno que rodea a la ciudad manchega es sumamente rojo, por lo que tendría sentido que Almagro se refiriera a "la roja", a la tierra roja. Si, además, tenemos en cuenta que los árabes fundaron cerca de Almagro una población llamada Alhambra (la roja en árabe), mi teoría sería la acertada.

Muchas voces que tenemos actualmente en castellano se han mantenido inalteradas con el paso de los siglos, es decir, conservan su origen euskérico al cien por cien. El idioma vasco, que se empeña en mantener las distancias con el castellano (por eso de no parecerse), ha buscado nuevas palabras y conceptos que se alejan del original. Los hermanos Goitia, cuando quieren llegar a la raíz de una voz, escarban en el castellano, y a veces encuentran sorpresas. Un ejemplo lo tenemos en Orra, que vendría a significar "afilado, agudo", de ORR+A. Si le añadimos una 'P' tenemos Peorra, o sea, perro, voz que Joan Coromines atribuye a un sonido gutural, de los pastores (prrrr). Los vascos, por eso de diferenciarse, llaman al perro Txakurra, o sea, "el cánido casero", de TXA = "casa" y ORRA = "cánido".

En toponimia, en cambio, he corroborado con espanto lo que los hermanos Goitia mencionan tantas veces en sus blogs: que el Gobierno vasco, inmerso en una verdadera locura por erradicar cualquier nombre que supuestamente esté relacionado con el castellano, se dedica a cercenar y a cambiar los nombres de pueblos, ciudades y aldeas vascas. Han metido la tijera por doquier, sin pensar en lo que han hecho. Os pondré varios ejemplos: Cestona lo han dejado en Cestoa, Lujua en Loiu, Abadiano en Abadiño, Ochate en Ochati, Fuenterrabia en Hondarribia... Pues bien, los nombres originales ya estaban escritos en vasco, es más, son voces que conservan de forma íntegra el topónimo. Pero claro, como algún lumbreras ha dicho que suenan a castellano, pues las liquidan y sanseacabó.

Este diccionario, mal que les pese a muchos latinistas de este país, relaciona y hermana el castellano con el euskera, dos lenguas pertenecientes a un mismo territorio: España, dos idiomas que tienen un pasado común: la lengua protoeuskérica que se habló en la Península, Francia, Italia, Gran Bretaña, norte de África y centro de Europa en una época en que los pueblos tenían tradiciones similares y se movían por los territorios sin la necesidad imperiosa de mostrar un pasaporte. Los que piensan que el euskera sólo se ha hablado en los actuales territorios de País Vasco, Navarra y Pirineos andan muy equivocados. Y los vascos son los primeros en cerrarse en banda, en no ver lo evidente. Y si lo ven, tratan de escurrir el bulto, ni siquiera se encomiendan a la diosa "Coincidencia".




No venimos del latín

Carme Jiménez Huertas (Sant Just Desvern, 1958) estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona y Filología CAtalana en la UOC, especializándose en lingüística y tecnologías de la lengua. Es escritora e investigadora con diversas obras publicadas; una de ellas es "No venimos del latín". Una de sus pasiones es la lengua y la cultura ibérica. Ha desarrollado una base de datos de las inscripciones ibéricas en el signario delk nordeste (ibérico levantino) que puede consultarse en:

www.ibers.cat


Extracto del libro "No venimos del latín: "Si el latín es la madre de las lenguas romances, las hijas deberían parecerse a la madre y mantener un alto porcentaje de las características latinas. Y sin embargo lo que encontramos es que las hijas se parecen entre sí (y convergen, cuando deberían divergir), pero no se parecen a la madre. Entonces, ¿no nos estaremos equivocando de madre?"
"¿Cómo puede ser que una lengua madre no legue a sus hijas ni la morfología, ni la sintaxis, ni las leyes fonéticas ni la estructura y el orden de los constituyentes de la oración, y que además se pierdan las declinaciones, los verbos deponentes... y que en cambio todas las lenguas romances tengan la misma sintaxis, formen de igual modo el plural, usen artículos, tengan condicional y tiempos compuestos...?"

ENTREVISTA A CARME: NO VENIMOS DEL LATÍN

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Artículo de El País

El 3 de noviembre de 2020, el País publicó un artículo muy interesante sobre "Los robledales que se convirtieron en mezquitas", basado en el estudio realizado por el inglés David Peterson, profesor doctorado de la universidad de Burgos. Peterson desveló el significado real que esconden nombres de diversos topónimos españoles, como el de las mezquitas que aparecen en lugares insospechados de toda España (arroyos, cerros, charcas...), donde nunca antes existió oratorio alguno. Un ejemplo de ello es Mezquita de Arlanzón (Burgos). El profesor medievalista Gonzalo Martínez, de la mencionada universidad de Burgos, proclamó que en ese lugar existió una mezquita, pero Peterson le quitó la razón arguyendo que "ametz" es la raíz vasca relacionada con quejigos y robles, y sería el origen de la voz mezquita:
AMETZ = "quejigo" + KETA = "conjunto, plantación, bosque de".
AMETZKETA > MEZKETA > MEZQUITA
describiría un bosque de quejigos, solo eso.
Otros ejemplos: arizketa: robledal, sarasketa: saucedal.
"Ametz" está detrás de apellidos como Amestoy, Amezaga...


robledal

Este interesante artículo debería abrir conciencias, pues las Universidades viven inmersas en una endogamia, mediocridad y falta de innovación que les impide ver la realidad que les rodea. Debemos felicitar al señor Peterson por su hallazgo, esperando que continúe en esta línea. También debemos darles un capón a los medios de comunicación de nuestro país, pues a los investigadores españoles que llevan años sacando a la luz topónimos de nuestra geografía, no les hacen ni puñetero caso, omiten su trabajo con descaro. ¿Y a qué se debe? ¿A intereses políticos, económicos...? ¿Tanto miedo les da a nuestros sabios desvincular topónimos del latín o el árabe, admitiendo que son de origen euskérico? Hoy día, con un mínimo de estudios, cualquier investigador puede realizar sorprendentes descubrimientos, y llegar fácilmente a las mismas conclusiones que Peterson. No hace falta doctorarse en una universidad.

El trabajo de Peterson, como el de Javier Goitia o el de otros investigadores, pone de relieve algo muy interesante: que los topónimos se complican cuando estos estratos fósiles son manejados por los hablantes de otro idioma (en este caso, el castellano), quienes empiezan a moldear los antiguos nombres hacia formas más compatibles con la lengua materna. Así Aitzgaray se convierte en Ezcaray, Munandia en Numancia o Antzkarria en Antequera.




Texto extraído de lenguaiberika.eu

¿Cómo es posible que el único país de Europa que conserva miles de textos en una lengua prerromana, la íbera, a día de hoy siga sin investigarse ni realizar el esfuerzo de descifrarla por parte de dichas instituciones? ¿Cómo es posible que teniendo a mano el tesoro de la lengua vasca, la más antigua de Europa, siga ésta ninguneada a la hora de tenerla en cuenta para realizar las investigaciones pertinentes?

Un claro ejemplo de ello es Joan Coromines, el lingüista, que en su "Breve Diccinario Etimológico de la Lengua Castellana" obvió descaradamente la lengua vasca. ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo puede ser que no consultara en el euskera a la hora de escribirlo? El diccionario no tiene pies ni cabeza, es un engaño al lector. El significado de una de cada cuatro palabras no se ajusta a la realidad (origen desconocido, incierto, procedente de un inexistente latín vulgar, de un dudoso latín tardío, de un sonido onomatopéyico, de una inexistente voz árabe (árabe hispánico), del etrusco, del germánico, del indoeuropeo, del gótico, de una creación expresiva..., pero se sigue vendiendo como el origen etimológico de la lengua castellana.


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