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![]() Torre Cesta. San Marino |
Esa mañana, tras apearnos del tren en la estación de Rímini, compramos los billetes del autobús a San Marino en un kiosco próximo (10€ ida y vuelta por persona). Subimos al bus y ocupamos los asientos delanteros, pues quería fotografiar la llegada al país. De hecho, tomé una buena instantánea de la entrada a Donaga, primera población que apareció tras cruzar la frontera italiana.
A partir de Donaga, proseguimos por una carretera de dos carriles por sentido que, en continuo ascenso, se fue aproximando al monte Titano, el farallón rocoso en forma de barra que acoge la ciudad vieja de San Marino. Desde la carretera, esta roca alargada impresiona por sus grandes dimensiones y altura (750 metros). De hecho, se ve perfectamente desde el mar Adriático.
TOPÓNIMO DE SAN MARINOEl autobús nos dejó en la plaza Calcigni, una explanada situada en la parte baja de la ciudad de San Marino, que nos brindó unas fabulosas vistas panorámicas de las colinas que rodean este pequeño país. Hacia el oeste se intuían altas cimas de los Apeninos, ya en territorio italiano.
En un plano superior (se puede subir por unas escaleras o por ascensor), se encuentra la plaza Stradone, caracterizada por sus sólidas fortificaciones y sus altas torres.
De hecho, esta plaza es un lugar histórico. Aquí se encuentra la puerta de San Francisco, que da acceso a la zona vieja de San Marino. Durante el día, frente a la puerta, veréis un policía en una garita gestionando el tráfico y ayudando a la gente a cruzar la calle.
![]() Garita del policía |
![]() Puerta de San Francisco |
Al otro lado de la puerta, junto a una pequeña plaza, se encuentra la iglesia de San Francisco, terminada en 1400. En la plaza comienzan las callejuelas que, en continua pendiente (no apta para carritos ni sillas de ruedas), penetran en el corazón de la ciudad vieja, como la Via Basilicius, repleta de tiendas de regalos.
![]() Plaza de San Francisco |
![]() Iglesia S. Francisco desde C/ Basilicius |
Estrechas y sombrías callejuelas, como las Vias Basilicius o Eugippo, aguardan al viajero al otro lado de la puerta. Y el centro de atención, por tratarse de San Marino, se lo llevan las decenas de tiendas de regalos que se apiñan una tras otra a ambos lados de la calle. Y cuando no hay tiendas, aparece una plaza monumental, como la dedicada al monte Titano.
![]() Plaza de Titano |
![]() Palacio Público desde C/ Eugippo |
Ascendiendo por la calle Eugippo, a los pies del Palacio Público, alcanzamos la Cava de los Balestrieri, una cantera formada tras la extracción de las piedras utilizadas para la consolidación del Palacio Público de los Balestrieri. Hoy día, el área obtenida se utiliza para eventos al aire libre.
Y en la parte más alta de la calle Eugippo fuimos a parar a la plataforma norte del monte Titano, conocida como Cantone Panorámico. Se trata de un maravilloso balcón panorámico que dispensa al viajero las mejores vistas de la puerta Rupe, de la parte baja de San Marino, de Rímini y del mar Adriático.
El Cantone Panorámico acoge el monumento a Bartolomeo Borghesi, un historiador italiano que pasó sus últimos días en San Marino; y es también punto de partida del Funivia, el funicular que une San Marino con Borgo Maggiore por la cara norte del monte Titano.
Otro de los lugares imprescindibles de San Marino es la plaza de la Libertad, a la cual se accede por la contrada del Pianello. La plaza es de reducidas dimensiones y constituye un excelente mirador de la ciudad de San Marino. En un extremo de la plaza se localiza el palacio Público, actual Ayuntamiento de la ciudad de San Marino, un bonito edificio levantado en el siglo XIV.
Y en lado opuesto se alza el Parva Domus, un edificio construido en el siglo XVII, y que en la actualidad ocupa el Ministerio del Interior de la pequeña República.
Entre ellos se halla la estatua de la Libertad, esculpida en mármol de Carrara y que no ofrece dudas al visitante sobre las ansias independentistas de los ciudadanos de este diminuto país.
![]() Estatua de la Libertad |
![]() Contrada del Collegio |
En un plano superior al de la plaza de al Libertad se encuentra la basílica de San Marino, una iglesia neoclásica construida en 1836.
Y frente a ella encontraréis el Orti Borghesi (Huerto Borghesi), un apacible rincón verde donde podréis relajaros mientras contempláis las murallas medievales o los peces de colores que pululan por la pequeña fuente.
El castillo Guaita, cuya construcción se remonta al siglo XI, se alza a 750 metros sobre el nivel del mar, en el punto más alto del monte Titano y de San Marino. Desde el Fiori de Roccia, un sublime mirador, tendréis una buena perspectiva de él.
Es conocido también como La Rocca, y constituye la primera de las tres torres que custodiaban el primitivo complejo arquitectónico. Se trata de una de las visitas obligadas de San Marino.
La entrada al castillo cuesta 6€ (3€ los niños). Es un pelín cara, pero si vais con críos os lo agradecerán. Intramuros, recorrimos el perímetro del castillo por las almenas.
Asomándonos entre las almenas contemplamos parte de la muralla medieval de San Marino, y hacia el sur avistamos la Torre Cesta, que también formaba parte del conjunto defensivo de la ciudad.
Lo que caracteriza al castillo son sus sólidas murallas y su alta torre, perfectamente restaurada, que constituye el punto más alto de la fortaleza y de San Marino.
![]() Torre del castillo |
![]() Torre del castillo |
En un rincón del castillo veréis un pequeño Museo de Armas, y al otro lado del arco que se abre en la fachada principal, podréis entrar en una sala de exposiciones, con información relativa al castillo.
La caminata por la cresta del monte Titano continuó hacia el sur. Dejamos atrás la imponente silueta del castillo Guaita, hasta toparnos con el paso del Streghe, o de las Brujas, un angosto camino de piedra trazado en lo alto del roquedo, no apto para cardiacos y sufridores de vértigo.
Desde el centro del pedregoso camino disfrutaréis de unas impresionantes vistas de la muralla y del precipicio que se abre a vuestros pies. Lo dicho, un camino no apto para aquellos que sufran de vértigo.
Al otro lado de la angostura, el camino prosigue hacia la torre Cesta, pero, como estaba en obras y no se podía visitar, optamos por quedarnos a almorzar en el restaurante Café Divino, ubicado a pocos metros del paso de las Brujas, y que nos brindó una fabulosa vista de la muralla.
El menú, a base de sencillos platos de pasta y hamburguesa, estuvo regulín. Lo mejor fue la vista panorámica y la tranquilidad del lugar, rodeados de pinos y con una agradable temperatura.
Si algo le sobra a San Marino son muros y puertas. En nuestro descenso a la parada del autobús pasamos por la puerta de la Fratta, que atraviesa la muralla exterior que protege el centro histórico.
Unos metros más abajo, tras pasar nuevamente por la plaza de San Francisco, alcanzamos la plaza de Santa Ágata, presidida por la estatua de bronce de Girolamo Gozi, el liberador de la República de San Marino.
Escapamos de la plaza de Santa Ágata por la contrada de la Porta Nova, un sombrío callejón jalonado de altas paredes pertenecientes a palacetes. Y al final de la calle dimos con la sencilla Porta Nova, de un arco.
![]() Contrada de la Porta Nova |
![]() Porta Nova |
El último edificio que vimos, antes de montar en el autobús, fue la iglesia de San Quirino, del siglo XVI. Y ya no tuvimos tiempo para más.
Habíamos consumido las cuatro horas que nos habíamos marcado. San Marino, el tercer país más pequeño de Europa, por detrás de Vaticano y Mónaco, el número 49 de mi amplia lista de Estados soberanos visitados, fue un regalo para la vista y los sentidos.