Los jardines Alberdi-Eder constituyen el inicio de nuestra caminata por el largo Paseo de La Concha, un elegante bulevar marítimo que bordea la playa de La Concha, conocido por sus icónicas barandillas blancas y farolas de estilo Belle Époque.
El Paseo de la Concha se extiende a lo largo de la playa de La Concha, desde el Ayuntamiento de San Sebastián hasta el final de la playa de Ondarreta. Es fácilmente accesible desde el centro de la ciudad y está bien conectado por transporte público.
La icónica barandilla blanca, diseñada en 1910, es uno de los elementos más reconocibles del paseo. Su diseño elegante y su carácter histórico la han convertido en un símbolo de la ciudad.
La bahía de San Sebastián está rodeada por dos colinas, el monte Urgull al este y el monte Igueldo al oeste, lo que le proporciona una forma de concha casi perfecta.
El paseo es perfecto para caminar, correr, andar en bicicleta o simplemente disfrutar de las vistas al mar. Hay numerosos bancos y áreas para descansar y cada pocos metros veréis escaleras que os permitirán acceder a la playa.
En la parte intermedia del paseo, sobre la playa, podréis ver el edificio de La Perla, que acoge el Club Atlético San Sebastián y el hotel spa La Perla, con su prestigioso restaurante con vistas a la playa
Frente a La Perla nos llamó la atención la arquitectura que exhiben algunos edificios que se asoman al Paseo de La Concha, con sus fachadas blancas y sus puntiagudas cúpulas, sacadas de contexto. Estamos en la zona más cara de San Sebastián.
En el centro de la bahía se sitúa la isla de Santa Clara, un pequeño islote que añade encanto y carácter a la vista panorámica.
Al final del paseo y de la playa de La Concha se encuentra el Balcón del Bicentenario, uno de los lugares mas tranquilos donde sentarse para disfrutar de las vistas de la bahía y del monte Igueldo.
El Balcón del Bicentenario se asienta sobre una gran roca que penetra en el mar. Las vistas de la playa son fascinantes, la única pega que le pongo es que en la hora central del día no hay sombras bajo las que guarecerse.
En la confluencia de los paseos de La Concha y Ondarreta se levanta, entre hermosos jardines, el Palacio de Miramar, mandado onstruir por la reina María Cristina en estilo inglés.
Desde el Balcón del Bicentenario habíamos contemplado una buena panorámica de la bahía de La Concha, pero desde los jardines del Palacio de Miramar la perspectiva fue sensacional, debido en parte a la altura que tiene sobre el mar.
Situada al oeste de la bahía, la playa de Ondarreta es una playa más pequeña y tranquila, ideal para familias y aquellos que buscan un ambiente más relajado.
Situados entre el Palacio de Miramar y la playa de Ondarreta se encuentran los jardines de Ondarreta, cuidadosamente diseñados con una variedad de árboles, arbustos y flores que crean un entorno verde y agradable junto al mar.
Al final de la playa de Ondarreta, en el lugar donde el monte Igueldo se da la mano con el mar, vimos el Peine del Viento, tres esculturas de hierro modeladas por el artista Eduardo Chillida.
La obra consiste en tres enormes esculturas de acero incrustadas en las rocas que se adentran en el mar Cantábrico. Cada una pesa varias toneladas y está fijada firmemente a las rocas.
Las esculturas, que asemejan peines gigantes, están diseñadas para interactuar con el viento y las olas, creando una armonía entre el arte y la naturaleza. Representan una peineta peinando los vientos y las olas del mar, simbolizando la relación entre la ciudad y el mar.
La playa de La Concha es la principal playa de la bahía, conocida por su arena dorada y su longitud de aproximadamente 1.350 metros. Es la playa urbana muy popular de San Sebastián, tanto entre los locales como entre los turistas.
La tarde era perfecta, hacía calor, lucía el sol... En fin, que se dieron los principales ingredientes para que pudiéramos tomar refrescantes baños en la magnífica playa de la Concha, de aguas sorprendentemente limpias y no muy frías. Quién nos lo iba a decir.
El alojamiento en San Sebastián es caro todo el año. Por eso decidimos alojarnos en las afueras, concretamente en el hotel Ametzagaña, un complejo hotelero de dos estrellas ubicado al sur de la ciudad. Ametzagaña no nos acabó de convencer: acceso complicado en un nudo de carreteras, chinches en la habitación (nos dieron otra)...
Como puntos a su favor, cabe decir que el hotel se convirtió en el punto de partida para acometer excursiones por la provincia de Guipúzcoa. También cabe reseñar que, tanto el desayuno como la cena estuvieron a la altura, y que el aparcamiento era gratuito, lo cual fue de agradecer.