Un par de kilómetros separan Erill la Vall de Boí. En la parte baja del pueblo tenéis un gran aparcamiento, utilizado principalmente por aquellos que quieren coger un taxi a Aigüestortes. Y en la parte alta encontraréis un aparcamiento menos concurrido, el que elegimos nosotros.
Queríamos entrar en la iglesia de San Juan, pero debido a una marabunta septuagenaría que entró en el templo (acababan de apearse de un autocar), decidimos cambiar de planes. Optamos por aproximarnos a la calle Fornet, trazada junto al cauce del correntoso río Sant Martí.
Puente románico y río Sant Martí |
Río Sant Martí desde el puente |
Si cruzáis el puente románico que salva el río Sant Martí, entraréis en la plaza del Riu, un espacio lúdico que cuenta con una fuente y un parque infantil. Este es el punto de origen de varias sendas: a Taüll, Erill, Barruera...
El puente de piedra también es el origen de la calle Mayor de Boí. Aquí veréis buenos ejemplos de casas tradicionales, con sus características fachadas de piedra y sus tejados de pizarra negra, típicos del valle.
En la parte intermedia de la calle Mayor, pegada a la fachada de una casa, veréis la Font Callis. Por el caño de esta ancestral fuente salía agua muy fresca, que resultó ideal para mitigar el inusual calor que reinaba a mediodía.
Al final de la calle Mayor daréis con los restos de la antigua muralla que fortificaba la villa. Una pasarela metálica os ayudará a sortear el montículo bajo el que se edificó el primitivo Boí. Iréis a parar a la iglesia de San Juan.
Situada a la entrada del pueblo se alza la iglesia de San Juan Bautista, el conjunto arquitectónico más relevante de la villa.
La iglesia de San Juan fue originalmente un edificio del primer románico o lombardo del siglo XI. El campanario permaneció mucho tiempo inacabado.
La obra románica se convirtió en los siglos XVII y XVIII en un templo de una sola nave con capillas laterales, sin el ábside mayor ni la puerta al oeste. En 1970 se inició la restauración que recreó la configuración románica de tres naves.
La configuración del templo era basilical y muy pronto todo su interior, excepcionalmente, fue decorado con pintura mural. La mayor parte de esta decoración fue retirada en 1920 y trasladada a Barcelona, donde se expone en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña).
Actualmente, del interior de la iglesia sobresalen, especialmente, las reproducciones de sus pinturas murales del siglo XII. Este es uno de los motivos por el que vale la pena visitar el templo.
Las pinturas representan escenas de vidas de santos, entre las cuales destaca la lapidación de San Esteban. Igualmente atractivos son los alegóricos animales fantásticos del bestiario.
También la puerta norte exterior, protegida por un porche, fue pintada en el siglo XII. En la pared, junto a la entrada al templo, podréis ver parte de esta decoración.
Esa mañana habíamos subido al campanario de la iglesia de Barruera, y en Boí obramos de igual manera. Nos aupamos hasta lo más alto de la torre de la iglesia por complicadas y empinadas escaleras de madera, con peldaños en los que apenas cabía el pie.
Subida al campanario |
Subida al campanario |
La recompensa al esfuerzo que supuso la subida se manifestó con creces una vez nos asomamos a los ventanales del campanario. La panorámica de Boí y del valle que lleva su nombre colmaron de sobras nuestras pretensiones. Huelga decir que no se deben tocar las campanas. Os pillarían in fraganti.
Cerca de la iglesia, en el casco urbano de Boí, hallaréis la plaza del Treio, caracterizada por estar rodeada de fachadas ricas en piedra y por la fuente de Boí, conocida también como Font de Quelet.
Si pasáis bajo el arco de la plaza del Treio llegaréis a la Casa del Parque, la oficina de información turística del Parque Nacional de Aigüestortes. Si queréis hacer alguna excursión por este exclusivo rincón del Pirineo, os aconsejo que entréis a informaros.