Christ Church. Dublín |
El primer día, tras haber hecho noche en el youth hostel Jacobs Inn, lo dedicamos casi por completo a descubrir lo mejor de Dublín. El clima era el típico de la zona, muchas nubes y algo de fresco, muy difirente de la tórrida Barcelona en agosto.
Caminando alegremente por el centro histórico contemplamos de un plumazo algunos de los monumentos y barrios más representativos de la ciudad: puente Half Penny sobre el río Liffey, el barrio del Temple Bar, la iglesia Christ Church, la catedral de San Patricio, el parque Saint Stephen's Green y la calle peatonal Grafton.
Por la tarde, con negras nubes cubriendo el cielo, pasamos por la tienda de alquiler y recogimos los dos coches que habíamos reservado desde Barcelona. Nuestra intención era marchar cuanto antes a Kilkenny, pero nos perdimos en el extrarradio de Dublín justo cuando caía un fuerte aguacero. De camino a la autopista de cincunvalación M-50, la carretera N-2 quedó inundada y ahí comenzó nuestro triste peregrinar por los suburbios de la capital. Todas las carreteras se habían colapsado y las vías alternativas que elegimos, por carreteras secundarias, no nos sacaron del atolladero.
Autovía N-2 |
Autovía N-2 |
Al caer la noche, tras varios intentos valdíos por hallar habitaciones en hoteles, marchamos hacia el noroeste de la isla por una carretera que milagrosamente no se había anegado. A la una y pico llegamos a Navan, población que escondía el elegante hotel Newgrance.
Hotel Newgrance. Navan |
Hotel Newgrance. Navan |
La última etapa del viaje, tras haber rodeado con más pena que gloria la parte meridional de Irlanda, nos lleva de vuelta a Dublín. Al caer la noche acudimos al Temple Bar, que se caracteriza por su música en directo. Escuchando buena música y bebiendo deliciosa cerveza irlandesa, conseguimos relajarnos tras la larga travesía en coche desde Galway, y el posterior rifirrafe al devolver los coches en la agencia de alquiler.
Bar Oliver |
Pub Temple Bar |
Esto es lo mejor que tiene esta ciudad, que puedes quedar con colegas a las ocho o nueve de la tarde y tomar unas copas mientras oyes tocar música en directo de grupos irlandeses. No es como en España, que tienes que esperar hasta las doce o la una de la noche para que comience la fiesta. Ah, y muy poca o nula música en directo en los bares.
Bar Oliver |
Pub Temple Bar |
Al día siguiente deambulamos por el centro de Dublín. La lluvia se había esfumado y el sol apareció mientras paseábamos por calles peatonales, como la que acoge la estatua de James Joyce, uno de los escritores irlandeses más reconocidos.
Poco después, a través de la céntrica O'Connell Street fuimos a parar hasta la orilla del río Liffey, con el puente Half Penny a nuestra derecha.
Calle O'Connell |
Río Liffey y puente Half Penny |
Al otro lado del río teníamos una asignatura pendiente con el Trinity College, una de las universidades más prestigiosas y antiguas de Irlanda, no en vano fue fundada en 1592 por la reina Isabel I.
Accedimos al Campus a través de un enorme arco ubicado en los bajos de uno de los edificios principales. Fuimos a parar a la enorme plaza que alberga un monumento de planta cuadrada levantado sobre cuatro arcos y coronado por una peculiar cúpula.
Trinity College |
Trinity College |
Pensé que estaría cerrada por ser fin de semana, pero me equivoqué. La biblioteca del Trinity College, una de las más aclamadas y grandes de Irlanda y Reino Unido (9.500 m2), estaba abierta. Accedimos al interior de la Vieja Biblioteca bajo un silencio sepulcral, y pudimos admirar una de las ocho plantas con que cuenta el edificio, la Long Room, o habitación larga, que acoge el Libro de Kells, el más famoso de todos los que descansan en las enormes estanterías.
Long Room. Trinity College |
Long Room. Trinity College |
Antes de tomar el vuelo a Barcelona, aún tuvimos tiempo de dar una vuelta por el entramado metálico que conforman las galerías St. Stephen. Poco después, un autobús de dos plantas, muy del estilo irlandés y británico, nos acercó hasta el aeropuerto.
Galerías Saint Stephen |
Bus del aeropuerto |