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![]() Roses desde cabo de Creus |
Una hora y media se tarda en llegar desde Cornellá (sur de Barcelona) hasta Castelló d'Empuries, pequeña villa asentada junto al Parque Natural de los Aiguamolls del Empordà. Una vez estacionéis el vehículo, os aconsejo que os adentréis por las calles del pueblo y vayáis descubriendo pausadamente su rico legado arquitectónico.
En la Lonja, edificio gótico de finales del siglo XV, podréis conseguir un mapa de la ciudad. Gracias a él pudimos callejear por la villa, admirando los conventos de San Agustín y Santa Clara, el barrio Judío, el edificio de la Prisión-Curia (actual Museo de Historia Medieval) y la plaza de Verdaguer, que acoge la basílica de Santa María.
Junto a la iglesia, atravesando la vieja muralla, se encuentra el Rentador (Sala de Contratación), un antiguo lavadero público con la estructura de un atrio porticado, que recuerda un antiguo claustro. Siguiendo el trazado de la muralla también podréis ver el Portal de la Gallarda, una de las primitivas puertas de entrada a la población.
No podíamos entrar en el hotel Mediterráneo Park hasta las dos de la tarde, así que, una vez visitamos Castelló d'Empuries, nos dirigimos al Parque Natural Cabo de Creus. Previamente nos detuvimos en la oficina de información turística de Roses (paseo Marítimo), para aprovisionarnos de un mapa de la zona.
El mapa nos fue de gran ayuda para acometer las dos excursiones que realizamos esa mañana: al castro visigodo y al menhir de la Casa Cremada (Ruta Megalítica). Hasta la base del castro visigodo, un núcleo fortificado de los siglos VI-VIII, se puede llegar en coche por pista de tierra, pero yo recomiendo que os acerquéis a pie, dando un agradable paseo. Desde la cima del castro, rodeados de viejas murallas y de restos de edificaciones, tendréis la mejor vista de Roses y su bahía.
No movimos el coche tras realizar la visita al castro visigodo. Una nueva ruta, la número 5, comenzaba a pocos metros, en una curva de la carretera Roses-Montjoi. Un cartel anunciaba el menhir de la Casa Cremada, y lo seguimos montaña arriba para llegar (en 10 minutos) al dolmen de la Creu de Corbetella, uno de los monumentos prehistóricos más grandes de Cataluña. Construido con siete inmensos bloques de piedra colocados verticalmente y una losa de cubierta de más de 18 toneladas.
Continuamos ascendiendo por la montaña, siguiendo la senda, entre pinares y almendros, hasta alcanzar las ruinas de lo que parecía una casa. No vimos indicaciones que anunciaran el menhir de la Casa Cremada, y supusimos que debían ser esas ruinas, por lo que dimos media vuelta.
Una carretera local, asfaltada y en buen estado, une Roses con la cala Montjoi. Es la misma que lleva al dolmen de la Creu de Corbetella, desde cuyo aparcamiento reanudamos nosotros la marcha. En la ruta pasamos junto a la torre del Sastre, una estructura de piedra de planta cuadrada, que en la actualidad forma parte de una casa privada; y nos detuvimos en un mirador ubicado varios metros por encima de la Punta Falconera, que nos brindó buenas vistas de la costa.
La carretera asfaltada concluye en Cala Montjoi, un magnífico rincón del cabo de Creus donde el color azul de las aguas cristalinas de la pedregosa playa rivalizan en esplendor con el verdor que exhiben los pinares que la rodean. Era un lugar magnífico, con escasos bañistas, salpicado de pequeñas barcas que se mecían al son que marcaba las fuertes rachas de viento que se levantaban de vez en cuando (en una de ellas nuestra sombrilla acabó en el agua). No me extraña que Ferran Adrià levantara aquí El Bulli, su famoso restaurante.
El 60% del término municipal de Roses está incluido en el ámbito del Parque Natural del Cabo de Creus, esto dice mucho de la situación privilegiada en la que se encuentra la villa, rodeada de montañas al norte y de una extensa bahía arenosa al sur. Mar y montaña atraen cada año a miles de turistas, si bien en 2020, con el Covid-19 haciendo de las suyas, la presencia de franceses en la zona cayó en picado.
Los principales hoteles de Roses se encuentran en la línea de costa, pues es allí donde recalan la mayoría de los turistas que buscan sol y playa. Nuestro alojamiento, el hotel Mediterráneo Park, cumplía con este requisito: a cinco minutos de la playa, buenas piscinas, mucha higiene contra el virus, excelente desayuno...
El paseo marítimo une la zona de hoteles con el centro histórico, núcleo levantado a partir del siglo XVII. Estrechas callejuelas plagadas de tiendecitas invitan al paseo. Por una de ellas descubrimos la iglesia de Santa María (año 1796). Y un poco más alejado, accesible desde el puerto de Roses, avistamos el castillo de la Trinidad (s. XVI), declarado Bien Cultural de Interés Nacional.
Una estancia en Roses no se entiende sin la visita a su Ciudadela, un edificio que a lo largo de los siglos ha reunido vestigios de diferentes ocupaciones. Declarada conjunto histórico-artístico en 1961, la fortificación militar, con la monumental Puerta de Mar, es un recinto de estilo renacentista construido en 1543.
El interior de la Ciudadela es un importante yacimiento arqueológico donde se puede encontrar: