Habíamos reservado la visita al Alcázar para antes de las diez de la mañana. A finales de diciembre, durante los días más cortos del año, conviene aprovechar bien las jornadas de luz.
Mientras accedíamos a la entrada principal pudimos contemplar la fachada norte del Palacio, presidida por las torres del Homenaje (izquierda) y de los Leones (derecha).
El principal acceso al Alcázar se localiza en su fachada sur, la que se asoma al río Guadalquivir. Una vez mostréis vuestra entrada, ya podréis descargaros en el móvil el código QR con el plano del recinto (el papel ha quedado desterrado).
Lo primero que veréis al flanquear la entrada son las ruinas propias del Palacio, que muestran gran parte de la evolución arquitectónica de Córdoba. Restos romanos y visigodos conviven con los de origen árabe en este majestuoso solar, ya que fue lugar predilecto de los distintos gobernantes de la ciudad.
Cuando en 1236 Córdoba fue conquistada por Fernando III el Santo, el edificio, que formaba parte del antiguo Palacio Califal, estaba totalmente asolado. Alfonso X el Sabio inició su restauración, completada durante el reinado de Alfonso XI.
A lo largo de la Historia, al Palacio se le ha dado múltiples usos, como Sede del Santo Oficio (Inquisición), o cárcel (en la primera mitad del siglo XIX).
En la planta superior podemos ver interesantes salas, como la Sala del Océano o de Recepciones, o la Sala del Sarcófago Romano, que acoge un sarcófago del siglo III d.C. realizado en un solo bloque de mármol.
Estas dependencias se articulan en torno a patios con exóticas y bellas flores, hierbas aromáticas y frondosos árboles. Las estancias y corredores se cierran con cúpulas góticas de piedra.
Otra estancia interesante del Palacio es la Sala de los Mosaicos, compuesta por fabulosos mosaicos de origen romano recuperados en excavaciones realizadas en la plaza de la Corredera.
Aquí conviene contemplar estas obras escultóricas con calma. A mí me llamó la atención el mosaico Guirnalda (siglos II-III d.C), el Gran Mosaico Geométrico (siglos II-III d.C), el mosaico de la Medusa (siglo II d.C.) y el mosaico de Polifemo y Galatea (siglo II d.C.).
Por medio de unas estrechas escaleras situadas en el pasillo de la Sala del Sarcófago alcanzamos la parte superior de la fortaleza, la que brinda las mejores vistas panorámicas de Córdoba y el río Guadalquivir.
La fortaleza sorprende por ser una construcción casi rectangular con extensos muros de sillares pétreos y cuatro torres que perfilan los ángulos (la de Los Leones, la del Homenaje, la de La Inquisición y la de Las Palomas).
Caminábamos por la muralla de la fachada norte, entre las dos altas torres que defendían esta parte de la fortaleza: la Torre del Homenaje y la Torre de los Leones. Desde esta última obtendréis la mejor vista de los Jardines del Alcázar.
Había llegado la parte más entretenida de la visita al Alcázar: el recorrido por los estanques de agua que embellecen los Jardines Alto, Medio y Bajo.
Los estanques están repletos de peces. A los niños les entretendrá ver cómo se mueven bajo el agua en busca de unas migas de pan o de unos trozos de galleta que alguien les tira. Es el lugar más fotogénico del Jardín Medio, con la Torre de los Leones como magnífico telón de fondo.
Los extensos jardines que cierran el conjunto dan muestra de la monumentalidad y esplendor de este Alcázar cordobés. A partir de los estanques podremos ver una sucesión de albercas por donde corretea el agua, jalonadas por cipreses y centenares de naranjos.
A finales de diciembre los árboles estaban siendo podados y diversas máquinas recogían las muchas naranjas que crecían entre el espeso ramaje. No veréis muchas flores durante el apacible paseo por el jardín; es lo que tiene el invierno.
Lo habíamos visto desde los ventanales de la Sala del Sarcófago Romano. Y antes de abandonar el Alcázar, quisimos recorrer este suntuoso jardín ubicado a los pies del Palacio.
De los dos patios con que cuenta el Alcázar, el Mudéjar o de Crucero es el que más llama la atención por su belleza. Con enlosado en mármol, el murmullo del agua que corre por los canales y albercas refresca el ambiente y relaja al fatigado visitante.