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![]() Pirámide Nohoch Mul. Cobá |
El día anterior, por la mañana, habíamos acudido al puente de la autovía para recuperar el dinero de Ek-Balam (50$). El chófer, el mismo de Chichén Itzá, realizaba ese día una excursión de un día a Cobá, con almuerzo incluido, y con los vallisoletanos a bordo de la furgo. El precio era caro y, además, nos ocupaba casi todo el día. Creímos más conveniente realizar la excursión por nuestra cuenta, y la dejamos para el día siguiente.
Llegado el día, a primera hora de la mañana montamos en un taxi y acordamos el precio de la excursión (la rebajamos de 1.300 a 900 pesos, unos 60€), que debía incluir el ida y vuelta al recinto arqueológico y uno de los cenotes de Cobá. En media hora alcanzamos la entrada de Cobá, ubicada junto al lago homónimo.
El taxista nos dijo que en el lago Cobá podríamos ver cocodrilos. Y efectivamente, no muy lejos de la entrada al recinto de Cobá había una pasarela de madera que se adentraba en el agua. La entrada sólo costaba diez pesos.
![]() Lago Cobá |
![]() Lago Cobá |
Abonamos la pasta, caminamos hasta el final de las tablas y quedamos bastante impresionados cuando vimos a un par de grandes saurios acercarse a nosotros. Uno de ellos era enorme.
![]() Lago Cobá |
![]() Lago Cobá |
La entrada al recinto arqueológico de Cobá costaba 51 pesos (poco más de 3€). Cuando accedimos al interior vimos que las ruinas estaban literalmente engullidas por la selva. Nos pareció que quedaba mucho trabajo por hacer en labores de restauración.
Cobá fue una ciudad de 60.000 habitantes que creció entre los años 600 y 900 d.C. Abarca una gran superficie dentro del bosque y consta de varios recintos arqueológicos (grupos) unidos por amplios caminos de tierra. Para recorrer las ruinas podíamos elegir entre bicitaxis y bicicletas de alquiler (30 pesos cada una). Optamos por la opción más económica, así que elegimos un par de bicis y marchamos a golpe de pedal por un amplio sendero que discurría por mitad de la espesa selva.
De camino a la pirámide de Nohoch Mul nos topamos con varios templos, entre los que destacaban los del juego de pelota. La pirámide de Cobá o de Nohoch Mul, con sus 42 metros de altura, está considerada como la más alta de toda la península del Yucatán. Era pronto y no había turistas cuando acometimos, asidos a una gruesa cuerda, el complicado ascenso por la única cara apta para escalarla. Cuando llegamos arriba disfrutamos de unas espectaculares vistas de la selva. El bosque era tan espeso que ni siquiera veíamos el resto de las ruinas de Cobá.
Descendimos de la pirámide con sumo cuidado, montamos en las bicicletas e iniciamos el camino de vuelta enlazando con una nueva pista de tierra que nos condujo a nuevos e interesantes yacimientos arqueológicos, como el área de Pinturas y las estelas del grupo Macanxoc.
Para llegar a los cenotes, el taxista tuvo que atravesar Cobá, una localidad que presentaba un aspecto bastante deteriorado y pobre, con calles sin asfaltar y chabolas por doquier. Aun así, desde el coche pude ver un edificio que albergaba una biblioteca y la Casa de la Cultura.
Tras cinco kilómetros de circular por una carretera asfaltada que discurría por mitad del bosque, arribamos a la caseta que controlaba el acceso a los tres cenotes de Cobá: Tamcach-Ha, Multún-Ha y Choo-Ha. No teníamos tiempo de visitar los tres, así que le pedimos consejo al empleado, un chico joven que según nos dijo el taxista empleaba el maya como lengua vehicular. "Visiten Choo-Ha", nos dijo el muchacho en un pobre castellano. Y eso hicimos.
La entrada al cenote Choo-Ha, un pequeño agujero provisto de una larga escalera de madera, se encontraba a unos 500 metros de la caseta. El taxista aparcó junto a una zona de duchas y vestuarios y un empleado nos dijo que debíamos ducharnos antes de descender al cenote. Tomamos la ducha y nos introdujimos por la pequeña angostura. Tras descender unos quince metros por las escaleras de madera, los dos nos quedamos boquiabiertos cuando vimos una enorme cueva llena de estalactitas iluminada por potentes focos. Nos bañamos bajo un silencio sobrecogedor, en aguas cristalinas, en compañía de pequeños peces negros que carecían de ojos.