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![]() Ruinas de Tulum |
El hotel Gran Bahía Príncipe se encuentra entre Playa del Carmen y Tulum. Dispone de tres sectores: Akumal, Tulum y Cobá, con sus respectivas recepciones, y en cada uno existen numerosas piscinas, restaurantes y accesos directos a la playa. Un tren une todos los recintos con la entrada principal, presidida por la zona comercial de la Hacienda de Doña Isabel. El hospedaje fue en régimen de todo incluido: alojamiento, bebida y comida.
A nosotros nos tocó dormir en el complejo Cobá, el más retirado de la playa. Cortas caminatas solucionaron el inconveniente. El primer día nos ofrecieron la opción de contratar excursiones, pero sus altos precios decantó la balanza hacia las agencias de viaje de Playa del Carmen. Lo que sí hicimos, por estar incluido en el precio, fue apuntarnos a cenar en tres restaurantes a la carta.
En los parterres, ajenas a los turistas, podréis ver enormes iguanas exponer sus cuerpos al sol. Imponen mucho pero son mansas y tranquilas, sólo comen insectos.
Playa del Carmen es la ciudad de referencia donde buscar agencias de viaje que realicen excursiones por la Riviera Maya. Se encuentra frente a la isla de Cozumel, y una flota de taxis colectivos (furgonetas blancas) la une por un módico precio con los respectivos hoteles (60 pesos por barba , unos 4€). Nos apeamos en la céntrica avenida Juárez.
Playa del Carmen se encuentra a 60 kilómetros al sur de Cancún y a simple vista parecía una ciudad destartalada y descuidada. Al menos, a plena luz del día ofrecía al visitante una cierta seguridad. Localizamos la agencia de viajes Sergio’s en la Quinta Avenida, a escasos metros de la plaza Vieja.
Contratamos la excursión a Chichén Itzá (75$ los dos) y antes de regresar al hotel dimos una vuelta por la ciudad. Cerca de la playa descubrimos una amplia zona comercial compuesta por restaurantes, bares, tiendas de ropa, joyerías y agencias de viajes. A pocos metros de distancia se encontraba el muelle desde el que partían los barcos a la cercana isla de Cozumel. Desde el puerto se podía ver la isla. En una esquina de la plaza Vieja había una tienda de souvenirs gigantesca que tenía precios etiquetados en los productos. Aprovechamos que no había que regatear con los vendedores para llevarnos un poco de todo a buen precio.
Un taxi colectivo nos trasladó, en quince minutos, desde el hotel hasta Tulum. Los últimos 800 metros, desde la autovía hasta la entrada al recinto arqueológico, los cubrimos a pie, prescindiendo de unos trenecitos que aguardaban la llegada de turistas. Tulum fue una ciudad amurallada que se abandonó poco después de la llegada de los españoles a las costas del Yucatán. Acogió un importante centro de culto en honor al llamado “Dios Descendente”. Sus templos más destacados son el Castillo, ubicado cara al mar, y el de las Pinturas o de los Frescos.
Compramos dos entradas a razón de 51 pesos cada una y accedimos al interior del recinto arqueológico por una sección que habían abierto en la muralla. Eran las nueve de la mañana y el calor ya era insoportable, pegajoso a más no poder. No contratamos ningún guía, aunque realmente no hizo falta, puesto que los principales monumentos tenían carteles informativos escritos en castellano. Agradecimos haber madrugado porque a esas prontas horas todavía no habían llegado los turistas en masa provenientes de los hoteles.
Estuvimos dentro del recinto amurallado dos horas justas, siguiendo el circuito marcado y disfrutando de las hermosas ruinas que formaron parte de la única ciudad que los mayas construyeron a orillas del mar. El resto de ciudades fueron levantadas en el interior de la península de Yucatán, entre la espesura del bosque. Los últimos minutos los empleamos en bañarnos en una de las playas más bonitas que habíamos visto en nuestras vidas. Sus aguas cristalinas, la arena blanca, las palmeras y las ruinas sobre el acantilado formaban un hermoso mosaico.
Xel-Ha es un parque ecológico ubicado junto a la orilla del mar, entre Tulum y el hotel Bahía Príncipe. Tiene una gran caleta en la que el agua de un río se une al mar Caribe, y esto propicia la convivencia de unas 70 especies marinas y de agua dulce. Es por esto que Xel-Ha es conocido como el acuario natural más grande del mundo.
Un nuevo autobús colectivo nos condujo por 40 pesos hasta la calle que conducía a Xel-Ha. Previamente, a la salida de Tulum, habíamos adquirido las entradas al parque temático a la sazón de 900 pesos cada una (nos ahorramos 200 pesos por las dos). Tras caminar medio kilómetro nos presentamos en la taquilla de Xel-Ha, donde nos colocaron la pulsera de todo incluido.
La principal atracción del parque acuático de Xel-Ha consiste en descender un río de aguas cristalinas, desde que aflora a la superficie en la zona selvática hasta la laguna o caleta que lo une con el mar, montados en enormes flotadores. Y eso hicimos Isabel y yo, subirnos a unos de esos donuts gigantes y dejarnos llevar por la corriente. Bajo el agua nos aguardaba un mundo maravilloso, repleto de peces de colores, rayas, barracudas, etc.
Tras el almuerzo en el restaurante "La Terraza", decidimos practicar esnórquel en la laguna. En los vestuarios, a cambio de un depósito de 300 pesos, nos dieron las gafas y el tubo. Anhelé que nos hubieran dado unas aletas para los pies, pero no tenían. Realizamos varias inmersiones en compañía de escurridizos peces y luego cubrimos a pie la zona que rodea la caleta. Practicamos el salto de Mo, dejándonos caer en un cenote con una larga cuerda, vimos el cenote Paraíso y, antes de llegar a la cabecera del río, subimos hasta las copas de los árboles por unas pasarelas de madera que serpenteaban entre la espesura del bosque. Desde allí arriba tuvimos la selva a nuestros pies. Finalmente, realizamos un segundo descenso por el río haciendo uso de las gafas y el tubo, prescindiendo de los fastidiosos flotadores.