Monasterio Gran Meteoro |
El tren nocturno que unía Sofía con Salónica acumuló mucho retraso, y condicionó nuestra llegada vespertina a Kalambaka, la principal ciudad que da servicio a la zona central de Tesalia. Esa tarde cubrimos a pie la corta distancia (media hora) que separa Kalambaka de Kastraki, nuestro destino de la jornada.
Kastraki es una diminuta villa situada a los pies de los monasterios de Meteora. Aquí hallaréis alojamiento, comercios y tabernas donde poder mover el bigote.
En Kastraki podéis ser testigos de cuan caprichosa es la orografía de este lugar. Altos roquedos rodean la villa y son varios los senderos que os acercarán hasta ellos.
Esa tarde, tras dejar las mochilas en nuestro hospedaje, realizamos una corta excursión por los alrededores de Kastraki. La senda nos condujo hasta el monasterio de San Nicolás, del siglo XIV, el que está situado a menor altitud de los seis que componen el conjunto de Meteora.
El monasterio de San Nicolás se distingue por su diseño, adaptado a la pequeña extensión del espacio en el que está construido, con pisos sucesivos. En la planta baja se encuentra la capilla de San Antonio, del siglo XIV, con vestigios de hagiografías y una cripta.
Al día siguiente, tras tomar el desayuno en el hostal, cogimos el autobús que unía Kalambaka con Meteora. Tardamos 20 minutos en alcanzar el Gran Meteoro, el monasterio más grande y el situado a más altura (a 415 metros sobre el lecho del río Peneo) de los seis que componen Meteora.
Mientras esperábamos a que el monasterio del Gran Meteoro abriera sus puertas, me aposté en un vertiginoso mirador que me brindó unas estupendas vistas de los monasterios Varlaam y Roussanou.
El monasterio ortodoxo del Gran Meteoro es de la primera mitad del siglo XIV. Ese 15 de agosto estaba abierto y pudimos visitar algunos recintos de gran interés, como el antiguo refectorio, donde los monjes se reunían para comer, la antigua cocina, el osario, dos museos, y las celdas de los monjes.
Las terrazas del monasterio nos ofrecieron unas vistas impresionantes de Meteora. Altos riscos pedregosos se alzan a más de 400 metros por encima de la llanura de Tesalia. Esa soleada mañana, además, vimos los cielos surcados por numerosas aves.
Descendiendo desde el Gran Meteoro por la carretera alcanzamos el monasterio de Varlaam o de Todos los Santos, que me sorprendió por su magntitud.
El monasterio de Varlaam se eleva a una altura de 373 metros sobre el suelo. Fue reedificado sobre las ruinas de un monasterio anterior por los hermanos Nektarios y Teofanis, en el año 1518. Ese jueves estaba cerrado al público, así que nos contentamos con admirarlo desde el exterior.
Varlaam desde arriba |
Varlaam desde abajo |
A continuación tuvimos que descender un buen trecho por la carretera, hasta dar con el monasterio de Roussanou o de Santa Bárbara, que desafía con osadía al abismo con una construcción imposible, coronando la cúspide esbelta de una roca en el centro del territorio.
Como el de Varlaam, Roussanou fue reedificado sobre las ruinas de un monasterio primigenio, en este caso por los hermanos monjes venerables Josafat y Máximo en el 1288 d.C. La entrada al monasterio estaba saturada de turistas recién llegados en dos autocares. La espera valió la pena; nos colocamos unos pantalones largos prestados y así pudimos visitar el interior del edificio, de dimensiones más reducidas que el Gran Meteoro.
Concluimos la visita a Meteora cuando pasaban unos minutos de mediodía. Continuamos el descenso por la carretera hacia Kastraki, bajo un soporífero calor. Por el camino comimos moras que colmaban los muchos zarzales que crecían en las cunetas. En Kastraki recuperamos las mochilas del hostal donde habíamos dormido y marchamos a pie hacia Kalambaka, donde tomamos el tren a Paleofarsalos.
Un expreso diurno con destino a Atenas y el puerto del Pireo condicionó la siguiente etapa del Interrail, que debía conducirnos a Santorini, la isla más famosa de las muchas que componen el archipiélago del mar Egeo.