Esa mañana, tras aterrizar en el aeropuerto de Praga, tomamos el autobús y el metro para dirigirnos al corazón de la ciudad. Nos apeamos en Mustek, estación de metro ubicada bajo la céntrica plaza de Wenceslao.
La plaza de Wenceslao se encuentra en el centro neurálgico de la Ciudad Nueva o Nove Mesto. Realmente, no tiene la forma habitual de una plaza, pues es alargada, simulando más bien una amplia avenida.
Caminábamos por calles de nueva factura de la Ciudad Nueva, en busca del albergue juvenil Old Prague Hostel. Y de repente nos topamos con la majestuosa Torre de la Pólvora, construcción gótica del año 1495, aunque fue remodelada posteriormente.
La Torre de la Pólvora es una de las trece puertas originales de la Ciudad Vieja de Praga. Se pretendía que fuera una entrada atractiva a la ciudad en lugar de una torre defensiva.
La torre de la Pólvora forma parte indisoluble de la plaza de la República (Náměstí Republiky), uno de los lugares más representarivos de Praga. La plaza se encuentra en en límite entre la Ciudad Vieja y la Ciudad Nueva, en el lugar donde antiguamente se encontraba el foso defensivo.
Rodeando la Ciudad Vieja por el este dimos por fin con el Old Prague Hostel, nuestra humilde residencia en Praga, un local de nueva factura que debía acoger a mochileros procedentes de todo el mundo a precios asequibles.
Después de almorzar unas pizzas en un moderno restaurante, iniciamos la visita a Stare Mesto dirigiéndonos al barrio Judío. De camino vimos la Praga de arquitectura clásica plasmada en las ornamentadas fachadas de sus edificios.
Entre las retorcidas calles del barrio Judío hallamos la sinagoga Vieja-Nueva, templo gótico temprano construido en el siglo XIII, considerado como el monumento más importante del gueto praguense.
Junto a la sinagoga se encuentra el cementerio Viejo Judío, con tumbas góticas, renacentistas y barrocas, y que funcionó desde mediados del siglo XV hasta el año 1787.
A continuación cruzamos el río Moldava por el puente Manesuv. Estábamos en el barrio de Malá Strana y, aparte de descubrir un restaurante donde cenar esa noche, obtuvimos una magnífica panorámica del castillo de Praga.
TOPÓNIMO DE MOLDAVADesde la orilla del río, en Malá Strana, tendréis una espectacular vista panorámica del puente de Carlos. Aprovechad este bello rincón para relajaros mientras contempláis patitos y el fluir de las aguas del Moldava.
Minutos más tarde abordamos el Puente de Carlos, una construcción de piedra de más de 500 metros de largo por 10 metros de ancho, que une los dos barrios más antiguos de la ciudad (Malá Strana y Stare Mesto) desde 1357, año en que fue fundado por Carlos IV.
![]() Acceso al puente por Malá Strana |
![]() Torre de la Ciudad Vieja (Stare Mesto) |
Estábamos atravesando uno de los puentes más hermosos de Europa, custodiado por altas torres medievales de los siglos XIV y XV y flanqueado por estatuas y grupos escultóricos barrocos.
Entre las estatuas destacadas del puente se encuentra la de San Juan Nepomuceno, quien fue arrojado al río desde el puente por orden del rey Wenceslao IV en 1393 por no querer revelar los secretos de confesión de su esposa, la reina Sofía. Se dice que si se tocan las placas de bronce de la parte inferior de la estatua, se regresa a Praga. (Conmigo funcionó cuando las toqué en 1991, durante mi primer Interrail).
A través de la peatonal calle Real alcanzamos otro tesoro de la ciudad, la plaza Vieja, que acoge interesantes edificios. El primero que admiramos fue el Ayuntamiento, fundado en 1338, cuya torre aloja un Reloj Astronómico de principios del siglo XV.
En la parte superior del Reloj Astronómico, al dar las horas en punto aparecen los doce apóstoles, y en la inferior hay doce medallones con signos zodiacales.
Al otro lado la plaza Vieja, sobresaliendo por encima de los tejados, nos deleitamos con la visión de las altas torres de la iglesia de Tyn, una de las construcciones góticas más destacadas de Praga.
![]() Iglesia de Tyn. Plaza Vieja |
![]() Iglesia de Tyn. Plaza Vieja |
Por la noche acudimos a cenar al restaurante Vojanuv Dvur, en Malá Strana. La taberna, ubicada junto al río Moldava, cerca del Puente de Carlos, fue de lo mejorcito de la jornada. Buena comida, excelente servicio y maravillosas vistas.
De regreso al hotel tras la rica cena nos sumergimos de lleno en el Puente de Carlos, el más emblemático y bonito de todos los que cruzan el río Moldava.
A la luz de las farolas, el puente se convirtió en el mejor escenario donde poder escuchar música callejera, unos sonidos que nos embriagaron a todos. La Luna en lo alto, el río fluyendo bajo los arcos del puente y el castillo como telón de fondo, pusieron la guinda a una estupenda jornada.