Nuestro primer contacto en Viena fue en Mitte, una zona de servicios ubicada al este de la ciudad que acoge un gran centro comercial y numerosas paradas de tranvía y tren. Es el lugar ideal para ir de compras y almorzar en alguno de sus muchos restaurantes.
Podríamos haber cogido un tranvía u otro transporte público para alcanzar la plaza Radetzky, el lugar donde se hallaba nuestro apartamento, pero decidimos movernos a pie. En la calle Landstrasser admiramos la monumental fachada del hospital Francisco, prestigioso centro sanitario que en un principio confundí con una iglesia.
Estábamos a mediados de febrero y no hacía el frío que tanto se asocia al centro de Europa en invierno. Lucía el sol mientras caminábamos por la calle Gartner, entre edificios que exhibían tonos pastel y blancos en sus fachadas.
Y es que Viena, aparte de sus palacios y edificios históricos, luce con orgullo edificios de corte neoclásico en cualquiera de sus barrios. Todos están cortados por la misma tijera: similar altura, tejados a dos aguas con claraboyas, grandes ventanales acristalados, puertas de madera...
Al final de la calle Gartner nos topamos con la iglesia de San Othmar, un templo que exteriormente impresiona por sus grandes dimensiones y por la altura de la torre del campanario.
Viena está inundada de iglesias y San Othmar es una más, no vale la pena desplazarse desde el centro para verla. Ahora bien, si estáis en la zona o queréis visitar las casas de colores de Hundertwasser, no está de más que le echéis un vistazo.
Viena es una ciudad muy cara. Si queréis hospedaros en un hotel de forma económica tendréis que desplazaros al extrarradio. La alternativa, que últimamente se ha puesto muy de moda, es alojarse en un apartamento turístico. Y en Viena hay muchos.
Nosotros nos alojamos en Ruhiges Citiapartment, ubicado en la intersección de las calles Untere Viadukt y Löwen. Y nos gustó mucho. Buena atención, bien equipado, insonoro (y eso que las vías del tren estaban al lado) y hasta con una terracita exterior.
En Viena, como ocurre en muchas ciudades de Europa, existen rincones donde los arquitectos dan rienda suelta a la imaginación. Estos edificios destacan por ser diferentes, por eso atraen a cientos de turistas cada día.
En el vienés barrio de Weissgerber, concretamente en la calle Löwen, tenéis las Casas Hundertwasser, un original edificio de apartamentos creado por un artista, con una colorida fachada y con una azotea y balcones llenos de plantas (que en invierno no lucían).
En un tramo peatonal de la calle Kegel, frente a la fachada de las Casas Hundertwasser, veréis unas galerías repletas de tiendas de regalos. Se trata del Hundertwasser Galery Village, un antiguo taller reconvertido en un negocio turístico.
Se trata de un lugar muy agradable, con comercios distribuidos en dos plantas. A los niños les encantará. Aparte de adquirir algún recuerdo, podréis tomar un refresco o tentempié en el exótico bar que preside la galería.
La Viena Card es la tarjeta que os permite viajar en el transporte público de Viena. Puede ser de 24 horas (17€), 48 horas (25€) o 72 horas (29€). Comienza a funcionar a partir del momento en que la validáis en el metro, en una estación de tren o en el interior de un tranvía. Importante: el niño que acompaña a un adulto portador de la tarjeta viaja gratis.
La Viena Card se puede adquirir en la oficina de turismo del aeropuerto; incluye todos los transportes públicos de Viena salvo el tren del aeropuerto, donde deberéis pagar un suplemento de 2€ por adulto y 1€ los niños.
Con la Viena Card obtendréis descuentos en la Noria Gigante, en la iglesia de San Carlos, en el Palacio Hofburg, tanto en los Apartamentos Imperiales de Sisí como en la Biblioteca Nacional, y en otros museos. Eso sí, tened presente que el Palacio Schönbrunn, el más caro de Viena, no tiene descuentos.