Isidoro, Fernando y yo en el Muro (1991) |
El tren nocturno que unía Copenhague con Berlín, realizaba el tramo intermedio con los vagones a bordo de un ferry que debía cruzar el mar Báltico entre Gedser (Dinamarca) y el puerto de Warnemunde, en Rostock (Alemania). Y como en julio amanece muy pronto por estas latitudes, pasé gran parte del crucero en la cubierta, observando las tranquilas aguas de este mar cerrado.
Esta estancia en Berlín, de dos días, transcurre en julio de 1991. Fernando, Isidoro y yo habíamos concluido con éxito nuestra etapa escandinava del Interrail, alcanzando el Círculo Polar Ártico, en Noruega. Berlín inauguraba la etapa centroeuropea.
El Muro de Berlín, o de la Vergüenza, había sucumbido dos años antes y la ciudad estaba descabezada. Grandes solares valdíos y pedregosos se extendían por el centro histórico; uno de ellos era el que acoge la puerta de Brandenburgo, construida en 1734 como parte de la muralla de la ciudad.
Y en mitad del desolado solar destacaba la presencia del Muro de la Vergüenza, de cuyas paredes pudimos extraer algunos pedazos.
Empresas con ánimo de lucro vendían porciones de ese triste símbolo de la ciudad, como si de un exótico recuerdo se tratara. Y no faltaban compradores, incluso de te llevaban los trozos de muro al lugar que tú quisieras.
Muy cerca de la puerta de Brandenburgo, en el parque Tiergarten, aparte de observar escurridizas ardillas, vimos el Monumento Conmemorativo Soviético, levantado por los rusos para celebrar la caída del fascismo.
Y a pocos pasos de este solemne monumento, nos acercamos hasta el Reichstag, edificio que en la actualidad acoge el Parlamento alemán.
En los años 90, el S-Bahn, o ferrocarril elevado, era gratuito con el billete Interrail. Y de esta manera, por la patilla, nos presentamos en Charlottenburg, el barrio más popular del antiguo sector occidental de Berlín. Y allí, en mitad de amplias avenidas y de masificadas zonas comerciales, contemplamos la iglesia Conmemorativa, o del Kaiser Guillermo II, bombardeada en la Segunda Guerra Mundial por los Aliados y mantenida en pie porque el pueblo así lo quiso.