Tardamos unos diez minutos en alcanzar las afueras de Puerto de las Nieves, procedentes de Gáldar. Y lo que debía ser una tarde apacible en uno de los pueblos más bonitos de Gran Canaria, se convirtió en una odisea.
Nos fue imposible estacionar en las calles del municipio pues, a media tarde, una marabunta de jóvenes, y no tan jóvenes, invadió la carretera para festejar la llamada "Bajada de la Rama". Estacionamos en la carretera, a los pies del Dedo de Dios, un curioso monolito de basalto situado entre Agaete y Puerto de las Nieves.
Si bien muchos de estos jóvenes portaban ramas de pino, en clara alusión al festejo, la gran mayoría aferraba grandes vasos de plástico. La ingesta de alcohol era el común denominador y, lógicamente, la fiesta había adquirido unos cauces que, quizá, nada tenían que ver con su homónima prehispánica.
Puerto de las Nieves fue el principal puerto de la isla, pero pasó a un segundo plano en el siglo XIX, con la construcción del puerto de la Luz, en Las Palmas.
En Puerto de las Nieves se conservan varias reliquias de su glorioso pasado. El extraño molino de viento del siglo XIX, en la avenida de los Poetas, es el único de su clase en la isla.
Si se es aficionado a la pesca, se puede acudir al muelle y probar suerte uno mismo. Y en cualquier día del año (salvo un 4 de agosto), uno se puede tomar un café mientras observa cómo los pescadores reparan las redes en el puerto.
De las dos playas con que cuenta Puerto de las Nieves, la mayoría de bañistas opta por la más alejada del puerto. Nosotros nos acercamos a la playa de las Nieves, la más próxima a la villa, de aguas tranquilas y claras; eso sí, caracterizada por sus guijarros y por la muchedumbre que la abordó esa tarde.
A esas horas de la tarde del 4 de agosto se celebraba la "Bajada de la Rama", fiesta que tiene su origen en un ritual de la lluvia guanche. Los juerguistas habían tomado las calles, tras los pasos de una charanga, y seguían la tradición de golpear el agua del mar con las ramas de pino.
Barcos en miniatura donados por los pescadores adornan el interior de la pequeña ermita de las Nieves. Dentro también podréis admirar un tríptico flamenco dedicado a la virgen de las Nieves.
La necrópolis guanche de Maipés de Abajo sucumbió a la presión constructora. Sólo se conserva una pequeña reproducción de las tumbas. En cambio, la necrópolis de Maipés de Arriba, en la entrada al valle de Agaete, sobrevivió al desarrollo.
Puerto de las Nieves (colmada por una muchedumbre) y la vecina Agaete (saturada de coches) nos hizo entender que necesitábamos un poco de tranquilidad antes de regresar a nuestro hotel, en Arucas. El cercano y tranquilo valle de Agaete fue nuestra válvula de escape.
Hasta el momento, los mejores ingenieros han fracasado en la tarea de unir el valle de Agaete con el centro de la isla, ya que el profundo precipicio de Tamadaba impide cualquier posibilidad de construcción.
Tras serpentear por el valle y pasar por remotas aldeas, la carretera se acaba un poco después de Los Berrazales. Plantaciones de frutales y café tapizan el lecho del valle, mientras que el pinar de Tamadaba ofrece un formidable telón de fondo.
Hay un magnífico sendero, bien señalizado, que conduce a Artenara, pero el recorrido es más asequible si se parte del otro extremo (evitaréis el duro ascenso por el valle de Agaete).