Un recorrido por las calles Real y Médico Estévez nos permitió observar algunas muestras interesantes de la arquitectura canaria de los siglos XVI al XIX.
Callejear bajo un cielo gris y plomizo (llovía de vez en cuando) nos hizo descubrir bellos rincones y recovecos en los que se ha ido configurando este núcleo urbano a lo largo de los años.
Como suele ocurrir en los pueblos de origen colonial canario, la vida social de sus habitantes se concentra en la plaza Mayor de la villa, en este caso la plaza Grande. A su alrededor se distribuyen la iglesia, el Ayuntamiento y las casas nobles.
En un lateral de la plaza Grande, en un plano inferior, podréis ver el Ayuntamiento de Guía, un inmueble señorial en cuya fachada cuelga el escudo de la villa.
Preside la plaza Grande la iglesia de Santa María de Guía, templo que destaca por sus valores arquitectónicos y por su interesante colección de imágenes religiosas.
En una esquina de la plaza Grande, en el mismo solar donde en 1526 tenía su vivienda el primer alcalde de Guía, se encuentra la Casa de los Quintana, quizá la más antigua de la villa. En el siglo XVII fue la vivienda de Gonzalo Quintana Betancurt, quien reformó la casa, dotándola de la estructura e imagen actual.
La Casa Quintana es un magnífico ejemplo de la tradicional mansión canaria, un estilo doméstico definido por el balcón, las ventanas, el predominio de la mampostería, patios interiores, cubiertas de teja, utilización de la madera...
La arquitectura señorial de época neoclásica está formada por una importante cantidad de casonas, de una o dos plantas, cuyo denominador común es la simetría y el orden.
Tanto los inmuebles señoriales como los populares suelen poseer un interior parecido: entrada a través del zaguán que da paso al patio; en torno a este último se distribuyen las distintas habitaciones del edificio.
Alzaba la mirada y escudriñaba una y otra vez el callejero de la villa, pero no lograba verlo. No acertaba a adivinar dónde se encontraba el viejo edificio denominado Torreón-Mirador. Hasta que un hombre de avanzada edad me colocó en el punto correcto de la calle desde el que se podía contemplar. "Levanta la mirada y lo verás", me dijo. La única pega fueron los cables negros que colgaban de las fachadas, que se interpusieron en mi objetivo.