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![]() Río Fyris. Uppsala |
Durante la noche, habíamos viajado en el enorme barco que zarpó de Turku (suroeste de Finlandia) con destino a Suecia. Dormimos estirados sobre moquetas, junto a otros mochileros, y a las 8 de la mañana atracamos en el puerto Stadsgarden de Estocolmo, dando así por zanjada nuestra aventura finlandesa.
Habíamos visitado Estocolmo tres días atrás, y por eso, para capear esa jornada, decidimos realizar una excursión por los alrededores. En la oficina de turismo de la estación central de ferrocarril nos aconsejaron que fuéramos a Uppsala. Y para allá que nos fuimos.
Tardamos poco más de 45 minutos en cubrir los 75 kilómetros que separan Estocolmo de Uppsala. Viajamos en un tren regional que efectuó pocas paradas. Llegados a Uppsala, salimos a la plaza de la estación y comprobé, con satisfacción, que lucía el sol y hasta hacía algo de calor, el cóctel ideal para descubrir la capital de la provincia histórica de Uppland, una bella ciudad que no defraudó nuestras espectativas.
No hizo falta ningún mapa para orientarnos en Uppsala. Sus calles, dispuestas en perfectas cuadrículas, facilitaron la labor, permitiendo que nos acercáramos sin problemas al centro histórico.
Ubicada en un llano por donde discurre el diminuto río Fyris, la cuarta ciudad de Suecia posee tres singulares edificios que hacen de ella una visita obligada: el castillo, la catedral y la universidad, los dos últimos situados dentro de un coqueto núcleo histórico de origen medieval.
Y el primer edificio que visitamos, por estar más retirado, fue el castillo. Erigido en lo alto de una loma que domina la ciudad, su construcción se completó en el siglo XVI sobre la base de una anterior fortaleza.
Desde el patio de armas, rodeados de imponentes cañones, contemplamos unas fabulosas vistas de la ciudad, con el jardín botánico del castillo por un lado, y la majestuosa catedral de Uppsala por el otro.
Uppsala posee la catedral más grande de Escandinavia, un imponente edificio concluido en 1435 con dos altas torres terminadas en punta, de 118 metros de altura. Desde el castillo tuvimos la mejor vista panorámica del templo, aunque, minutos más tarde, atraídos por su amplitud y prestancia, asomamos el hocico por su suntuoso interior.
La universidad de Uppsala fue la tercera construcción de interés que visitamos esa soleada mañana. Instituida en 1477, está considerada como la más antigua de Escandinavia. El edificio principal se hallaba muy cerca de la catedral, agazapado en un pequeño parque. Las escaleras de acceso nos proporcionaron sombra y sosiego a la hora central del día.
Almorzamos en un restaurante de comida rápida situado en las inmediaciones de la estación, y por la tarde, tras tomar una reparadora siesta junto al río Fyris y dar un último paseo por las calles del centro, cogimos un tren y partimos hacia Estocolmo.
Llegamos a Estocolmo a última hora de la tarde, a tiempo de caminar por la peatonal y céntrica calle Drottning antes de que las últimas tiendas echaran el cierre. A pocos metros de la plaza de la estación presenciamos un concierto de música latina, que puso el colofón a nuestro brillante paso por Suecia.
Cuando llegó la hora, partimos en un tren nocturno con destino a Oslo. No sacamos reserva de asiento, confiamos plenamente en el billete Interrail. Y las cosas no salieron como habíamos imaginado. No había asientos libres en ningún vagón y nos vimos obligados a viajar en el habitáculo destinado a fumadores. Fue muy molesto realizar el trayecto envueltos en continuas cortinas de humo.