Puerto de La Valeta |
Esa mañana habíamos zarpado de Pozzallo (Sicilia), a las nueve y media, con puntualidad. Los ferris de la compañía Virtu unían Malta con Sicilia en hora y media. El interior era muy acogedor, con cómodas butacas azules y grandes pantallas de televisión.
El barco atracó en el Gran Puerto de La Valeta poco antes de las once, tras cubrir la travesía desde Pozzallo (Sicilia) en poco más de una hora y media.
Cerca del muelle, en la parte alta de la capital, localizamos el hotel Grand Harbour, que se convirtiría en nuestra residencia en Malta. El precio de una habitación era razonable, aunque no incluía el desayuno. Una vez dejamos las mochilas en consigna, partimos a descubrir el alargado y amurallado casco histórico bajo un sol asfixiante.
La capital de Malta es una ciudad singular. Fue levantada por caballeros de la Orden de San Juan y este hecho le ha otorgado su actual fisonomía, con calles y edificios que apenas han cambiado desde el siglo XVII. Su edificio más emblemático, que admiramos con devoción, es la catedral de San Juan (1578), cuyo interior aloja capillas dedicadas a diferentes lenguas europeas (divisiones basadas en la nacionalidad): Alemania, Aragón, Castilla y Portugal, Provenza, Francia, Italia y de las Reliquias sagradas (idioma inglés).
Recorrimos la peatonal calle República, engalanada con estandartes y banderas. Esta es la principal arteria comercial que recorre el centro histórico de La Valeta; en ella encontraréis las tiendas de regalos.
Asimismo, repartidos por el casco histórico, se encuentran edificios monumentales (albergues) que un día representaron a los principales países europeos. Me impresionó mucho ver que España esté representada por dos albergues: el de Castilla y el de Aragón.
Muy cerca del albergue de Castilla se encuentran los jardines Upper Barrakka un magnífico mirador que se asoma al Gran Puerto de La Valeta, quizá el puerto natural más impresionante del mundo, rodeado de infranqueables murallas.
Por la tarde, desde otro de los jardines que se asoman al Gran Puerto, el Lower Barrakka, contemplamos atónitos la entrada en el puerto, lenta y tediosa, de un portaaviones estadounidense que apenas sí podía maniobrar entre los muelles. Fue espectacular.