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![]() Gran Canal de Venecia |
Llegamos a la estación de Mestre pasadas las nueve de la noche. La Venecia de los canales no tiene precios asequibles para alojar a mochileros. Decidimos ir a dormir al albergue juvenil A Colori, situado en la calle Giari de Venecia Mira, a unos 22 kilómetros de Venecia. Un coche privado nos acercó hasta él, y tuvimos suerte de que tuviera camas libres.
A la mañana siguiente, tras tomar el desayuno en el albergue y pagar los 13€ por barba que costó la noche, caminamos por la calle Giari hasta dar con la carretera donde se hallaba la parada del autobús 80, que enlazaba Mira con Venecia.
El autobús cubrió la ruta en 35 minutos; cruzó el puente de la Libertad -compartido con el tren- y, minutos después, se detuvo en la terminal de la Plaza de Roma, situada en la entrada oeste del Gran Canal. El viaje salió gratis porque así lo quiso el conductor (se negó a cobrarnos).
Llevábamos mochilas pequeñas a la espalda. No pesaban mucho, pero debido al calor y la humedad reinantes, decidimos cruzar el Gran Canal, entrar en la cercana estación ferroviaria de Santa Lucía y dejar las mochilas en la consigna.
Santa Lucía fue el inicio de nuestra singladura por Venecia. Como cualquier turista que llega a la ciudad, pretendíamos alcanzar la plaza de San Marcos siguiendo la orilla norte del Gran Canal. Fuimos atravesando puentes sobre canales surcados por góndolas, la imagen más fotografiada y admirada de la ciudad.
![]() Río de Noale |
![]() Palacio Donà Giovannelli |
Si algo caracteriza a Venecia, aparte de sus canales y góndolas, es su rico patrimonio arquitectónico. En el río de Noale, uno de tantos brazos que surgen del Gran Canal, vimos el Palacio Donà Giovannelli, de estilo gótico tardío (siglo XV).
La ruta a pie que siguen todos los turistas desde Santa Lucía hasta el puente de Rialto suele estar abarrotada; es, quizá, la más trotada de Venecia, la que más soporta el peso del turismo desaforado. La parte positiva es que esta vía esta saturada de bares, comercios, tiendas de regalos y, también, de bellos rincones.
El encuentro con el puente de Rialto (del año 1591), el más antiguo e impresioante de los cuatro que cruzan el Gran Canal, no deja a nadie indiferente. Era la segunda vez que lo contemplaba tras mi anterior paso por Venecia en 1991 (primer Interrail), y volví a sucumbir ante semejante belleza.
El puente de Rialto es el más conocido, tanto por su diseño como por su historia. Durante años fue el centro económico más importante de Venecia. Vale la pena cruzarlo y detenerse en el vano para contemplar las barcas y góndolas que saturan el Gran Canal en este punto.
Un laberíntico entramado de calles y canales, bien señalizado con carteles informativos para no perderse, nos trasladó hasta el Campo de Santa María Formosa. Allí adquirimos nuestro sencillo menú del día: una porción de pizza y un refresco, que devoramos sentados es unas escaleras.
Ahora sólo nos quedaba visitar el espacio abierto más grande de Venecia: la plaza de San Marcos. Llegamos a ella como buenamente pudimos, o sea, echando mano del mapa. Y embelesado me quedé mientras caminaba por ella sorteando turistas, con la mirada perdida en el espigado Campanile.
![]() Duomo y Campanile. Plaza San Marcos |
![]() Duomo y Campanile. Plaza San Marcos |
No quisimos desperdiciar la ocasión de visitar el interior de la basílica de San Marcos. Hicimos cola, pasamos el control de vestimenta, y recorrimos la nave central para ver la excepcional colección de cuadros que cuelgan de sus paredes.
La entrada al Duomo era gratis, pero en el interior, abonando 1,5€ podías subir a la "Galeria" por unas escaleras para disfrutar de unas vistas generales de la basílica. También podías asomarte al balcón para contemplar la plaza de San Marcos a cierta altura.
El reluciente sol de mediodía iluminaba la plaza más bonita de Venecia, con sus edificios porticados repletos de bares con terraza y los omnipresentes turistas saturando el espacio.
Descansamos en un extremo de la plaza de San Marcos, con la basílica al fondo, y ojeando el mapa decidimos acercarnos hasta la iglesia de la Salud y el puente de la Academia, el más meridional de los cuatro que cruza el Gran Canal.
Con la luz de la tarde, las fachadas de los edificios adquirían tonos anaranjados y cálidos, que resaltaban con el color oscuro de las aguas del Gran Canal.
Vimos pasar el tiempo desde la Punta de la Dogana, situada entre el Gran Canal y el canal Giudecca, sentados sobre tablones de madera, con los pies colgando por encima del agua. Barcas-taxi y pequeñas barquitas surcaban las aguas ante la inoportuna presencia de un barco turístico de grandes dimensiones. Todos tenían cabida en la Ciudad de los Canales.
Partimos de la veneciana estación de Santa Lucía abordo de un tren nocturno cuyo destino final era Viena. No fue un viaje cómodo el que realizamos aquella noche, apretados en el interior del compartimento del tren. Recorrimos el noreste de Italia, desde Venecia hasta Udine y el alto valle del río Fella, alcanzando así los Alpes y el túnel fronterizo con Austria.