Glaciar Vatnajökull |
Y en cuanto a las carreteras, he aquí algunos consejos:
|
Toyota Corolla |
Partimos de Vik al alba, hacia el este por la carretera circular, y de inmediato penetramos en Mýrdalssandur, una vasta extensión de arena negra de 700 km2. Junto a la carretera, en mitad de este desierto arenoso, nos detuvimos en Laufskálavarda, una enigmática colina repleta de montoncitos de piedras; y pasados 11 kilómetros del pueblo de Kirkjubaejarklaustur (o sea, Iglesiagranjaclaustro), admiramos la Foss á Sidu, una atractiva cascada que se despeñaba por un precipicio.
Más adelante alcanzamos Skeidarársandur, que con sus 1.000 km2 es el sandur más extenso del mundo. Una sucesión de puentes metálicos habilitaba la circulación por la carretera circular, a la vez que nos permitía divisar esta desolada región dominada por la arena y por decenas de ríos de aguas lechosas procedentes del cercano glaciar Vatnajökull.
El Parque Nacional Skaftafell, que abarca una impresionante serie de picos y glaciares, fue uno de los platos fuertes de mi paso por Islandia. Desde el Centro de Interpretación realizamos dos excursiones a pie por la zona libre de hielos.
En la primera, de 3,5 kilómetros de longitud (i/v), nos aproximamos a la parte final del glaciar Skaftafelljökull, presidida por un lago repleto de témpanos de hielo.
Almorzamos en el merendero del centro de interpretación y a continuación emprendimos la segunda excursión del día. En esta ocasión seguimos el sendero Svartifoss, de 1,8 kilómetros de longitud, que concluye en Svartifoss (cascada negra), una sombría catarata flanqueada por negras columnas de basalto. A mitad de camino, sin salir de la senda, pudimos ver la cascada Hundafoss, otro salto de agua en el país del agua.
A media tarde partimos de Skaftafell por la carretera circular. Avanzamos lentamente por uno de los tramos más espectaculares de esta ruta, encajonados entre multitud de lenguas glaciares y el mar.
De repente, apareció ante nosotros el sorprendente Jökulsárlón, lago formado por el glaciar Vatnajökull que está repleto de enormes bloques de hielo de colores azulados y de formas inverosímiles. Algunos de estos icebergs bajan por el Jökulsá, el río más corto de Islandia, que une el lago con el mar.
Por las frías aguas del lago, sorteando témpanos de hielo, aves acuáticas y focas, serpenteaban barcos-anfibio cargados de turistas. Valió la pena detenerse aquí un par de horas para contemplar este espectáculo de la naturaleza.
Al este del lago Jökulsárlón también contemplamos algunos ramales del glaciar Vatnajökull. Hasta uno de ellos, el Hoffellsjökull, quisimos aproximarnos con el coche por una pista de tierra. Pero un caudaloso río nos impidió avanzar más.
Glaciar Hoffellsjökull |
Glaciar Hoffellsjökull |
La jornada concluyó en Höfn, un importante puerto pesquero y nudo de servicios. Tuvimos suerte esa tarde, Isabel y yo conseguimos las últimas camas libres que quedaban en el albergue juvenil. Después de instalarnos dimos una vuelta por este pequeño pueblo que desprendía un olor a pescado por doquier. Otra característica que se asocia a Höfn, aparte de contar con buenos restaurantes de pescado, es que la mayoría de los jardines de las casas disponía de una cama elástica.
Höfn |
Youth hostel de Höfn |
Al día siguiente nos dirigimos al este de Höfn y del Hornafjördur. Tomamos la pista de tierra que conducía al faro de Stokksnes, y salvo algunas ovejas que nos miraban con recelo, no vimos a nadie. Esta era la tónica del viaje, y de aquí en adelante, al movernos por el inhóspito oriente de Islandia, sospechaba que estaríamos cada vez más solos.
Pista de Stokksnes |
Ovejas en la pista |
No llegamos hasta el faro de Stokksnes, nos detuvimos a mitad de camino para contemplar, en la más absoluta soledad, una de las playas negras más bonitas e interesantes de la isla, la de Höfn.
Playa negra de Höfn |
Playa negra de Höfn |