![]() |
![]() Mercado de Plaka |
Aterrizamos en Atenas a las 11:15 (hora local), con el cielo cubierto de nubes y las montañas exhibiendo un buen manto de nieve. Era una Grecia muy diferente a la que mi hermana y yo habíamos visto años atrás. Esta vez el calor pegajoso, propio de la región en verano, no nos iba a aguar la fiesta.
En la cercana estación de tren del aeropuerto aguardamos la llegada de nuestro transporte y a mediodía partimos hacia la plaza Sintagma, en el corazón de Atenas.
Nos instalamos en el hotel Hermes, situado en la calle Apollonos, en Plaka. Estábamos rodeados de monumentos y edificios históricos, y no quisimos perder ni un segundo.
Nos dirigimos a la calle Ermou con la intención de almorzar algo. Vimos varios restaurantes, de comida lenta, rápida, especializados en comida griega y otros que no lo eran tanto. Elegimos un local especializado en pita, el restaurante Royal, y acertamos de pleno.
Iniciamos la visita al barrio justo en la plaza que acoge la catedral de Atenas, un edificio sin mucho encanto levantado en 1862.
A la sombra de la catedral, agazapada entre los árboles de la plaza, se alza la pequeña iglesia de San Eleuterio, del siglo XII y de estilo ortodoxo, también conocida como Mikri Mitropoli o Panagia Gorgoepikoos.
La iglesia, caracterizada por su típica planta bizantina, tenía sus puertas abiertas al público, circunstancia que aprovechamos para husmear en su interior.
![]() Iglesia de San Eleuterio |
![]() Iglesia de San Eleuterio |
De regreso a la calle Ermou vimos la singular iglesia bizantina de Kapnikarea, datada entre los siglos XI y XIII, que me llamó la atención por estar incrustada en la acera, entre feos bloques de hormigón.
Esa tarde el templo estaba abierto al culto. De puertas para adentro, como corresponde a este tipo de iglesias ortodoxas, las velas, el olor a cera quemada y los techos oscuros eran el denominador común.
En verano, la estrechas calles peatonales de Plaka, cubiertas con toldos, protegen a los turistas del achicharrante sol. En invierno, en cambio, buscábamos los rayos del sol mientras ojeábamos los artículos que colmaban las tiendas. Cerca de la plaza Monastiraki, nos perdimos por callejuelas que exhibían su mercado diario, con artículos tan variados como pañuelos, monederos, cerámica, colgantes, males de ojo, camisetas, etc, etc.
A los pies de la Acrópolis, en la parte alta de Plaka, se encuentra el Ágora romana, el lugar donde se impartía justicia en la antigua Atenas.
Las sombras se estaban adueñando del recinto cuando llegamos nosotros. No hizo falta pagar para disfrutar de este maravilloso espacio, desde la verja exterior vimos perfectamente la ruinas.
En el Ágora, aparte de contemplar viejas columnas que ya no aguantan templo alguno, destaca el reloj hidráulico de Andrónico Kiristo, monumento en forma octogonal construido en el siglo I a.C.
Al este de Plaka y de la Acrópolis, formando parte de la Atenas clásica, se alza la monumental Puerta de Adriano, construida por los romanos en el 131 d.C.
Al este de la puerta de Adriano se encuentra el Olimpeión, o templo de Zeus Olímpico, donde todavía aguantan en pie unas cuantas columnas. Se trata de uno de los templos más grandes del mundo antiguo. Fue construido en el año 515 a.C. por Deucalión, uno de los míticos antepasados de los griegos, pero no se completó hasta el año 131 d.C., bajo el reinado de Adriano.
Al final de la avenida Leof Vasilissis fuimos a parar al estadio Kalimármaro, construido en 1870 en mármol blanco, en el mismo lugar donde en el año 330 a.C. se levantó el primer estadio. La entrada sólo costaba 2,5€ (reducida), pero eran las cinco y echaban el cierre. Al menos lo vimos bien desde el exterior.
Anochecía mientras regresábamos a Plaka. Las calles peatonales del barrio estaban un pelín desangeladas, con pocos turistas ojeando los escaparates de las tiendas de regalos. Desde una plaza poco iluminada vimos la linterna de Lisícrates (334 d.C.), un monumento dedicado a un acaudalado ciudadano griego.