Can Conillet. La Llacuna |
Sin lugar a dudas, Can Conillet resultó ser ese remanso donde poder descansar una semana al margen de la bulliciosa ciudad. Apartada del pueblo, junto a un frondoso bosque de pinos, la casa nos aportó mucha paz y sosiego.
La casa era perfecta. Bien situada, con muchas habitaciones, todas con mosquiteras en las ventanas; un gran comedor, un salón acogedor, una sala de billar, una gran piscina con vistas... Por la noche refrescaba y no era necesario el uso de ventiladores. Por poner un pero, cabe mencionar que el agua de la piscina estaba un pelín fría.
La Llacuna es un pequeño municipio situado al sur de la comarca del Anoia. Su altitud (600 metros) y su superficie, dominada por bosques de pinos, robles y alcinas, hacen que los veranos sean frescos. Dimos fe de ello durante nuestra estancia en Can Conillet.
El centro histórico, o nucli antic de la Vila, tiene forma de almendra y está presidido por la porticada plaza Mayor, del siglo XV. En algunas bocacalles podréis ver restos de la primitiva muralla y de la torre del Formicó. Cuando el sol aprieta, es aconsejable buscar las sombras y el frescor que se respira al caminar por el trazado medieval de sus calles.
La Font Cuitora se encuentra a unos 500 metros al sur de La Llacuna. Se accede a ella por la senda que parte un poco más allá del parque infantil.
La fuente se halla en una hondonada rodeada de pinos, encinas y robustos álamos. Se ha hecho famosa por acoger el tronco muerto de un gran álamo, árbol que con el paso de los años se ha convertido en uno de los símbolos de La Llacuna.
Otra excursión que recomiendo, y que no reviste ninguna dificultad, es a la Font dels Horts. Ubicada a dos kilómetros al este de La Llacuna, se llega a ella por una pequeña senda que tiene su inicio al final de la calle del Castell, junto al carril que conduce al cámping y al castillo de Vilademàger. Por el camino (según la época del año) podréis comer dulces moras.
En la fuente descubriréis una gran balsa donde se acumula el agua y un pequeño caño por donde brota el manantial, que por no estar tratado, no es adecuado para el consumo.
El regreso a La Llacuna lo realizamos por el carril que une la villa con el cámping y el castillo de Vilademàger. Lo único malo de este "atajo" es la fuerte pendiente que hay que superar hasta alcanzar la pista forestal.
La excursión estrella de La Llacuna, la que nadie debe perderse, es la que conduce, por un carril mitad cementado mitad de tierra, hasta el castillo Vilademàger.
El inicio del carril se encuentra al final de la calle Castell, junto a la entrada de la casa rural de Can Conillet, y en su mayor parte discurre entre un espeso bosque. En algunos tramos podremos divisar el Castillo y la iglesia de Sant Pere.
Transcurrido 1,5 km por la pista llegaremos a un cruce de caminos señalizado con varios carteles informativos. Sguiremos las indicaciones y tomaremos la senda de la derecha, en dirección al Castillo.
Cubriremos una corta distancia de 600 metros, hasta alcanzar la muralla exterior del Castillo. La senda nos conducirá hasta una puerta abierta en la muralla. Es la entrada al Castillo.
Flanqueada la puerta, accederemos a la explanada del castillo de Vilademàger, donde podremos contemplar las primeras ruinas del recinto.
El castillo Vilademàger es una fortificación defensiva de la Marca Hispánica, del siglo X, de la que sólo quedan bien visibles la torre del Homenaje, restos del perímetro de la muralla, un portal de entrada por la parte norte y los restos del camino empedrado de acceso.
La fortaleza se encuentra en lo alto de un contrafuerte rocoso de la sierra de Ancosa, a 712 metros de altitud, desde donde se puede disfrutar de una maravillosa vista sobre el valle.
El recinto del Castillo acoge la iglesia de Sant Pere de Vilademàger, de origen románico, construida entre los siglos X y XI. Me sorprendió ver el buen estado de conservación en que se encuentra.