Tranvía de Sóller |
Sóller está unido con Palma por carretera y por un entrañable ferrocarril que atraviesa las entrañas de la sierra de Tramuntana. En la estación pude ver algunos convoyes. Nosotros nos acercamos en a esta idílica población en coche. Por cierto, nos costó buenos minutos encontrar aparcamientos libres a las afueras. Es lo que pasa cuando se viaja en agosto.
El casco urbano de Sóller, apretado y retorcido, se recorre en una mañana. Vale la pena admirar edificios de bella arquitectura mallorquina, además de algunos palacios de influencia francesa y algunos edificios modernistas, como el banco de Sóller. Pero, sobre todo, tenéis que acercaros a la plaza de la Constitución, origen del tranvía de Sóller, que une el municipio con Port de Sóller, un trayecto que no pudimos realizar por viajar con cuatro bebés. En mi caso, disfruté mucho contemplando este peculiar tranvía, que lleva funcionando desde 1912 y que todavía conserva su carácter original. En la plaza tenéis que visitar la espectacular iglesia neogótica y modernista de Sant Bartomeu.
Si disponéis de tiempo libre os recomiendo que montéis en el tranvía para realizar este corto trayecto hasta Port de Sóller. Asimismo, también os aconsejo que viajéis a Palma en el tren de Sóller, una reliquia ferroviaria que atraviesa el corazón de la sierra de Tramuntana.
Había visto exquisitas playas de Mallorca en anteriores visitas a la isla, pero la de Playa Formentor se lleva el primer premio. Situada en la bahía de Pollença, en el extremo más septentrional de la isla, esta playa destaca por sus mansas y cristalinas aguas de color turquesa, por su pineda y por su arena blanca y fina. El único "pero", como suele ocurrir en las playas de Mallorca, radicó en el alto precio (9€) que tuvimos que pagar por estacionar los vehículos a la sombra, en la pineda.
El acceso a Playa Formentor en coche es espectacular. A partir de Port de Pollença la carretera serpentea por una estrecha carretera entre pinares y acantilados de vértigo. En un tramo de curvas aparece el Mirador de Colomer, pero el diminuto aparcamiento ubicado junto a la carretera estaba a tope de coches. Tampoco pudimos parar a la vuelta.
El regreso a Barcelona desde Algaida tenía el aliciente del barco, una travesía diurna de seis horas surcando el Mediterráneo. El punto de partida era el puerto de Alcudia y la hora, a primera hora de la tarde, poco propicia para aguantar dentro del coche el sol que caía a plomo.
El barco abandona Mallorca navegando por las tranquilas aguas de la bahía de Alcudia y en breve se aproxima al farallón rocoso que constituye cabo de Formentor, o lo que es lo mismo, navega junto a las últimas estribaciones de la sierra de Tramuntana. En pocos minutos rodeamos los altos acantilados de Formentor, emplazados en el extremo más septentrional de Mallorca. Desde el navío contemplamos el faro y poco después también divisamos otro cabo importante, el de Cataluña.