El inicio de esta corta ruta al Mirador del Corbiu comienza en el aparcamiento de la estación de esquí, enclave donde dejaremos el vehículo. Si no hay nieve, podremos aparcar sin dificultad.
Caminaremos unos cien metros hasta la Pleta del Prat, refugio situado a pie de pista (1.710 m). Aquí podréis tomar un refrigerio en el bar o descansar en alguna de las butacas de su terraza.
Para alcanzar el inicio de la pista de esquí que conduce al mirador deberemos seguir las indicaciones existentes. Pasaremos bajo el telesilla, que en pleno otoño no presta servicio.
Uno de los carteles situados al inicio de la ruta reza que la distancia al mirador por la pista de esquí es de 2,7 km (1,5 si se toma el sendero-atajo a través del bosque).
El hecho de ir acompañados de una niña determinó que realizáramos la subida por la pista de esquí. El trazado, con curvas de herradura, es mucho más suave que la senda. Fue un placer ir ganando altura poco a poco.
La ventaja de caminar por la montaña en pleno otoño saltaba a la vista. No había nieve, ni esquiadores que obstaculizaran nuestro avance por la pista.
El dicho "los árboles no nos dejan ver el bosque" fue una máxima durante el ascenso. En algunos tramos sí pudimos avistar las altas cimas del Parque Natural del Alto Pirineo.
Tras cubrir una hora justa de relajado ascenso, entre un magnífico bosque de abetos y hayas, alcanzamos el Mirador del Corbiu, una sublime atalaya situada a 1.887 metros de altitud.
El panel explicativo situado en el mirador es perfecto para situarnos en el contexto. A la izquierda aparece el puerto de Tavascán, fronterizo con el departamento francés de Arieja, y a la derecha el conocido valle de Noarre, con sus bordas y sus laguitos de alta montaña.
Frente a nosotros aparecen altas cimas que superan los 2.500 metros de altitud, y entre ellas destaca el pico Espana, con su peculiar forma piramidal (no se trata del Turó del Estany, como indica el cartel).
Podríamos haber realizado el descenso a la Pleta del Prat por la pista de esquí, pero nuestra hija se empeñó en tomar la senda-atajo. Y eso fue lo que hicimos, aventurarnos por el sombrío bosque. Una baranda de madera indica el inicio de la senda.
El sendero-atajo es perfecto para darse un baño de bosque. Veremos la vegetación propia de la zona, además de setas de todos los tamaños y colores. Si distinguís las buenas de las malas, podréis llevaros a casa un estupendo regalo.
Eso sí, tened presente que en el camino aparecerán zonas donde se acumulan bloques de piedra de todos los tamaños. Aquí conviene extremar las precauciones para evitar resbalones y torceduras.
![]() Descenso por la senda |
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Empleamos unos 40 minutos en descender hasta la Pleta del Prat por la senda-atajo, completando así una sencilla excursión a uno de los miradores más impresionantes del Pirineo.
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