Cataratas del Niágara |
Tanto en Canadá como en Estados Unidos, alrededor de las cataratas existe una amplia oferta hotelera que abarca todos los bolsillos. En nuestro caso, que viajábamos en plan mochilero, dimos con el hostel Niágara Falls, un bello edificio victoriano situado en la calle Ferry, que nos encandiló por su precio y su tranquilidad (claro, estamos hablado de mediados de noviembre).
En la oficina de turismo situada junto a los puentes que unen la gran isla Goat con tierra firme, encontraréis mapas y os podrán asesorar sobre cómo realizar el recorrido a pie por las cataratas, en lo que se conoce como Niagara Falls State Park.
La isla Goat divide en dos brazos el río Niágara, que a la postre conforman los dos grandes saltos de la catarata: Horseshoe y American. Aquí el río forma rápidos y gana velocidad antes de precipitarse al vacío. Desde el puente a la isla Goat vimos los rápidos de un brazo y desde las islas Three Sisters o Tres Hermanas, vimos los del otro ramal.
Si dais una vuelta por la arbolada isla Goat, aparte de caminar entre el bosque, podréis contemplar en primera persona los dos saltos de Niágara. Si os dirigís a la izquierda, hacia el Observation Point, veréis la catarata Horseshoe o Herradura, compartida con Canadá.
Y si camináis por la isla Goat hacia la derecha, pasaréis por el acceso a la Cueva de los Vientos (Cave of the Winds), atracción que se encontraba cerrada, y que consiste en descender hasta la base de la cascada para sentirte parte de ella y, de paso, para ducharte de pies a cabeza. Por eso se recomienda llevar chubasquero.
En el extremo oriental de la isla Goat se encuentra la diminuta isla Luna, que separa las cataratas Americana y Bridal Veil. Esta última es la más pequeña de las tres cascadas que conforman Niágara. Desde la isla, el rumor del agua al caer os embriagará.
Deshicimos el camino para continuar con la ruta de las cataratas. Abandonamos la isla Goat, cruzamos el puente de la isla Green y nos acercamos al Mirador Prospect Point, otra magnífica atalaya desde la que poder contemplar la catarata Americana.
Habíamos visto las cataratas desde suelo estadounidense. Había llegado el momento de pasar a Canadá por el puente internacional Rainbow (Arcoíris), inaugurado en noviembre de 1941 sobre el desfiladero del río Niágara.
Cuando yo crucé el puente Rainbow, entre Estados Unidos y Canadá, el peaje costaba 25 centavos de dólar (hoy día cuesta 1$), dinero que supuestamente está destinado al cuidado de este bello espacio natural. Lo que no ha cambiado en todos estos años es la fenomenal vista de las cascadas desde el puente, eso sí, envueltas en un halo de persistente bruma.
Nos atrapó la noche cuando regresábamos al albergue procedentes de Canadá. Niagara Falls parecía un pueblo fantasma; el frío se había instalado en sus solitarias calles. Mientras caminábamos, oíamos cómo tintineaban los amuletos que colgaban de las puertas de las casas, y de vez en cuando aparecía por el tronco de un árbol alguna ardilla escurridiza.