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![]() Centro de Hendaya |
Hendaya cuenta con varios núcleos urbanos dispersos, además de una larga playa y un castillo. No teníamos tiempo de verlo todo. Tras el baño en la playa de Fuenterrabia, tomamos la carretera de la costa y, sumidos en una pequeña caravana, logramos estacionar junto a la ferroviaria estación Central de Hendaya.
Como amante de los trenes que soy, no podía pasar por alto una visita al edificio ferroviario más importante de Hendaya, cuyo interior aloja un buen número de vías de ancho europeo y, en un lateral, la estación de vía estrecha del Euskotren, la única que lleva por nombre Hendaia (en el resto de andenes figura Hendaye). Como era de esperar, un TGV estaba a punto de partir hacia París. Me entraron ganas de montar y emprender un nuevo Interrail por Europa, uno más en mi dilatada cuenta.
Medio kilómetro separa la estación de tren del centro histórico de Hendaya por el bulevar General de Gaulle. Lo podíamos haber cubierto en coche, pero preferimos caminar observando las vías de tren.
El bulevar General de Gaulle nos condujo al centro histórico de Hendaya. En la calle del Puerto entramos en la oficina de turismo para conseguir un plano de la ciudad. Yo soy de la antigua escuela, me gusta moverme por una ciudad con un mapa de papel en la mano.
Gracias al mapa urbano llegamos a la plaza del Ayuntamiento, en el corazón del viejo Hendaya, un bello enclave presidido por el Ayuntamiento y la iglesia de San Vicente.
La Casa Consistorial es un recio edificio de fachada blanca del que cabe destacar sus numerosas ventanas y un largo balcón porticado con vigas de madera. En la barandilla, acompañando a las banderas europea, francesa y vasca, veréis muchas flores multicolor.
Junto al Ayuntamiento se alza la iglesia de San Vicente, de reluciente color blanco. De ella cabe destacar su campanario, de planta cuadrada, levantado sobre un arco y provisto de ventanas abovedadas y un reloj en lo alto.
En todo el casco histórico las fachadas de los edificios relucían de un blanco impoluto. En calles como la de Lauriers vimos algunas casonas vascas, muy grandes, con balcones y ventanas rematados en madera, decorados con flores de todos los colores.
Me chocó mucho no cruzarnos con turistas, parecía que estuviéramos en invierno, con el cielo encapotado amenazando con descargar agua en cualquier momento.
Al final de la calle Lauriers, al otro lado del bulevar de Gaulle, fuimos a parar a la plaza Caneta, un apacible enclave que se asoma a la bahía de Txingudi.
La plaza Caneta es un maravilloso mirador. Al fondo avistamos Fuenterrabia, puerto y centro, y en primer plano barcas, muchas barcas varadas en ese estrecho brazo de mar que separa dos ciudades y dos países.