Tren del Fin del Mundo |
A las 14:30 partimos de la aduana chilena de San Sebastián y quince minutos más tarde arribamos al San Sebastián del lado argentino, en cuya aduana tampoco nos abrieron las maletas. Eso sí, los funcionarios nos volvieron a sellar los pasaportes como si accediéramos al país por primera vez.
Poco antes de las cinco arribamos, bajo un fuerte aguacero, a la terminal de autobuses de Río Grande. Habíamos tardado unas ocho horas desde que partimos de Punta Arenas y todavía nos quedaba un buen trecho hasta Ushuaia. Río Grande, capital de la Tierra del Fuego argentina, se encuentra frente a la costa del océano Atlántico, en la desembocadura del río Grande y es la localidad con más población de toda la isla.
No me gustó el trayecto que realizamos entre Río Grande y Ushuaia. El autocar llegó tarde, era pequeño y las maletas viajaban en un carromato bajo una lona que hacía aguas. Cuando llegamos a Ushuaia una parte del equipaje estaba mojado. Además, el chófer hablaba por el móvil y de vez en cuando daba algún volantazo que otro.
Tardamos once horas en llegar desde Punta Arenas hasta Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Antes de que anocheciera localizamos el hotel Patagonia Argentina. Su precio y su ubicación determinó que reserváramos habitaciones para las próximas dos noches.
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Dejamos la visita a Ushuaia en un segundo plano. Esa mañana, contratamos los servicios de un taxista (remís) y en cuanto acordamos el precio, enfilamos prestos por la Nacional 3 hacia la estación del Fin del Mundo, donde comienza la línea del Ferrocarril Austral Fueguino.
El taxista nos dejó en la estación Fin del Mundo del Ferrocarril Austral Fueguino, el más austral del mundo (que cuenta con viejas locomotoras de vapor), y partió ipso facto hacia la estación del Parque a esperar nuestra llegada. Nosotros adquirimos los billetes y cuando llegó la hora, bajo una liviana nevada, emprendimos la marcha a bordo de un original vagón de madera.
El viaje fue maravilloso, remontando el río Pipo y deteniéndonos a mitad de camino en la estación Macarena. Atravesamos un páramo de turba, entre montañas cubiertas de nieve recién caída y bajo un frío glacial tomamos fotos con las ventanas abiertas. Menos mal que el tren no iba muy deprisa. Tras 45 minutos de viaje alcanzamos la estación Parque, llamada así por estar ubicada dentro del Parque Nacional.
El taxista nos recogió en la estación Parque del Ferrocarril Austral Fueguino y a continuación nos condujo hasta el final de la carretera Panamericana (Nacional 3), ubicada en la bahía Lapataia, junto a la frontera chilena. Previamente, en bahía Ensenada, vimos la estafeta postal más austral del mundo.
Bahía Ensenada |
Final de la carretera Panamericana |
Bahía Lapataia es el mejor ejemplo de la unión de agua dulce, agua salada y bosque autocótono de lenga. Unas pasarelas de madera, trazadas sobre una parte de la laguna, recorren esta parte del Parque Nacional, y permiten admirar la belleza del lugar, con las cimas nevadas como telón de fondo. En algunas partes del río Lapataia vimo pequeñas presas que habían construido aplicados castores, mamíferos que abundan en el parque.
Al final de la ruta 3, tras cruzar el río Lapataia (une el lago Roca con el canal Beagle), realizamos una pequeña excursión por la senda del Mirador de Lapataia, que discurre por entre un maravilloso bosque de lenga (patagónico andino).
El taxista nos esperaba al final de la senda de Lapataia. En cuanto nos recogió marchamos raudos hacia la orilla meridional del espigado lago Roca, cuyas aguas se dividen entre Chile y Argentina. Poco después, deshicimos los 23 kilómetros que separan el lago Roca de Ushuaia.
Lago Roca |
Lago Roca |