Plaza Mayor de Trujillo |
Partimos pronto y desayunados del hotel Ciudad del Jerte, en Plasencia. Tomamos la autovía A-66, o de la Plata, en dirección sur y tras cruzar el caudaloso río Tajo nos presentamos en Cáceres, ciudad fundada por soldados veteranos romanos en el año 25 a.C. con el nombre de Norba Caesarina. Estacionamos el vehículo en la avenida de España, muy cerca de la Ciudad Monumental. Era Viernes Santo y no había que pagar en la zona azul.
Pasamos toda la mañana recorriendo la Ciudad Monumental de Cáceres, declarada Patrimonio de la Humanidad, cuyas murallas encierran el primitivo asentimiento romano, y que en la actualidad esconden un legado medieval, renacentista y barroco digno de ser admirado. Vale la pena perderse por el entramado de calles que conducen a los principales monumentos: catedral, iglesias, conventos y palacios.
Os recomiendo que visitéis cuatro plazas de primer orden: Santa María, San Jorge, San Mateo y Santa Clara. También os aconsejo que caminéis junto a la muralla de origen romano y que os acerquéis hasta la puerta Nueva y la puerta del Río, que acoge el arco del Cristo, de origen romano. Por cierto, en el número 6 de la calle Olmos se encuentra el monasterio de Santa María de Jesús, en cuya tiendita podréis adquirir pastas y dulces tradicionales.
Vimos la plaza Mayor y su Ayuntamiento libre de público a primera hora de la mañana. Nada que ver con lo que ocurrió entre la una y las tres de la tarde, cuando varios devotos pasearon uno de tantos cristos y vírgenes que ven la luz del sol, o de la luna, por Semana Santa. Nosotros aprovechamos la ocasión para almorzar (en solitario) en el restaurante La Estancia, que se asoma a la plaza y que ofrecía comida típica extremeña a buen precio.
Plaza Mayor: muralla |
Plaza Mayor: Ayuntamiento |
Y al otro lado de la Ciuadad Monumental y de la plaza Mayor, fuimos a echarle un vistazo a la iglesia de Santiago de los Caballeros, del siglo XVI, aunque hay documentos que sitúan su origen (el primer templo) en el siglo XII. Del exterior destacan los enormes y altos contrafuertes con medallones en su frente, y el interior lo dejo para los devotos.
Tras contemplar este bello templo partimos hacia Trujillo por la A-58, autovía de nueva factura que convierte en un mero paseo los 50 kilómetros que separan ambas ciudades.
Poco o nada queda en pie de la antigua Turgalium romana, conocida poco después como Castra Iuliae. La importancia histórica de Trujillo está asociada al descubrimiento de América y a Francisco Pizarro, su hijo pródigo, que conquistó el Perú junto a otros conquistadores, la mayoría de ellos extremeños. Su estatua ecuestre preside la maravillosa plaza Mayor, que merece ser contemplada desde todos sus ángulos.
Las riquezas obtenidas en América por la familia Pizarro, junto a las de otros conquistadores, infundaron a Trujillo un impulso arquitectónico de primer orden que se tradujo en la creación de fastuosos palacios, iglesias y casonas. Nosotros admiramos algunos de estos edificios durante el recorrido que hicimos a pie por el casco viejo. Nos aupamos también hasta la muralla y el castillo, erigidos en la parte más alta, y que ofrecen buenas vistas panorámicas de la ciudad.