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![]() Frigiliana |
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En el extremo más oriental de la Costa del Sol, asomada al mar Mediterráneo, se encuentra Nerja, villa que se ha hecho famosa por dos motivos: el descubrimiento de la Cueva y la serie Verano Azul. Hoy día, como pudimos comprobar, es un enclave residencial de primer orden para jubilados europeos que huyen de las gélidas temperaturas que asolan el continente en invierno. Cientos de casas agrupadas en urbanizaciones se expanden por las laderas de las montañas, fruto de la especulación inmobiliaria. Es una visión poco grata, que ha inflado los bolsillos de muchos granujas.
La cueva de Nerja alberga uno de los conjuntos de arte rupestre más amplio y antiguo del mundo, pero las visitas al público no llegan a estas salas. El visitante corriente se ha de contentar con recorrer las dos salas de la Galería Turística: la Sala de Belén y la Sala del Cataclismo, suficientes para captar la grandiosidad y la importancia que tuvo este lugar en el pasado.
Dos días antes de la visita a la cueva, en el hotel, habíamos reservado las entradas a coste cero (por ser de los primeros 40 nos salió gratis). El único requisito radicaba en presentarse en recepción a las 9,30 horas oara iniciar el recorrido en el primer grupo guiado de la mañana; y eso hicimos. Desayunamos pronto en el hotel, montamos en el coche y partimos ipso facto hacia Nerja por la autovía A-7. Llegamos al aparcamiento con media hora de adelanto.
Junto a la entrada de la cueva vimos el monumento dedicado a los seis chicos que descubrieron la cueva en enero de 1959. Y franqueada la puerta de entrada, una vez descendimos al interior de este majestuoso paisaje subterráneo, admiramos boquiabiertos la belleza del lugar. Recorrimos las pasarelas de la Galería Turística tras los pasos del guía, formando un grupo de unas veinte personas, casi en penumbra, con la cavidad tenuemente iluminada por focos. En la Sala de Belén, la primera que pisamos, comprobé que la cámara del móvil no iba a sacar partido de la belleza que me rodeaba. En la siguiente sala, la del Cataclismo, de proporciones abismales, confirmé este hecho. La cámara réflex resultó ideal para retratar estalactitas, cavidades y hermosos rincones de este mundo subterráneo.
Tardamos veinte minutos en llegar al centro de Nerja por la carretera de la costa, un vial que muy pronto se convirtió en divisorio de interminables urbanizaciones repletas de casas y más casas blancas. El boom inmobiliario de Nerja parecía no tener fin. Seguimos las indicaciones oportunas para llegar al Balcón de Europa, principal atractivo de la ciudad, y llegados a la plaza de España, ante la imposibilidad de estacionar el coche en la calle, decidimos dejarlo en el parking subterráneo de dicha plaza.
Estábamos en el corazón de Nerja. A través del pórtico del Ayuntamiento, con parada obligada en la oficina de turismo, fuimos a parar a la iglesia de El Salvador, del siglo XVII. Junto a ella comenzaba el conocido Balcón de Europa, un largo paseo que se asoma al mar Mediterráneo y que antaño acogiera un castillo del siglo IX (pudimos ver algunos cañones orientados al mar). Desde el mirador contemplamos una impresionante panorámica de la costa y la sierra próxima. Bajo el Balcón, colocado en la playa de Calahonda, vimos la estatua dedicada al personaje de Chanquete, principal protagonista de la serie televisiva "Verano Azul".
Caminando por calles peatonales y otras que no lo eran tanto, llegamos al parque Verano Azul, que hizo las delicias de mi hija, y donde encontramos a "La Dorada", o el Barco de Chanquete, que también apareciera en la citada serie televisiva. Aquí pusimos punto final a Nerja. Frigiliana, uno de estos pueblos blancos que caracterizan a la Axarquía, nos aguardaba.
Frigiliana es uno de estos pueblos blancos que tanto se asocian a la Andalucía árabe (aunque su nombre también vendría del íbero-vasco), de pueblos blancos, encalados; de calles impolutas y fachadas repletas de maceteros recargados de flores y plantas. Se trata de uno de los pueblos más bonitos de España.
Caminando por sus miradores, callejuelas y callejas pude comprobar que están en lo cierto. La ciudad cuenta con un buen puñado de edificios históricos: los Reales Pósitos, la Casa del Ingenio, la Casa del Apero..., y rincones como la fuente de las Tres Culturas y el callejón de las Ánimas, muy apartados del circuito turístico. Por eso os aconsejo que paséis por la oficina de turismo (Casa del Apero) y os aprovisionéis de un mapa. Allí os marcarán una interesante ruta circular por el pueblo.
Este espacio lo dedico a mi familia granadina: a mi tía Paqui, a mi prima Manoli y a mi primo Carlos, personas maravillosas y ejemplares, con los que compartimos un rico y sorprendente almuerzo (mi tía no sabía que iba a verla), además de una apacible tarde en la playa de Motril. Los encuentros esporádicos suscitan alegrías y también tristeza, en función de cuando llegas y cuando marchas. Debemos pensar que las distancias son quebrantables, barreras franqueables; sólo así propiciaremos estos encuentros deseados.
Los recuerdos del pasado, alegres, entrañables, melancólicos..., nos embriagó a todos y nos recordó que el paso del tiempo es inexorable. Quiero pensar que las distancias son cortas, más de lo que uno imagina, por eso creo en un feliz reencuentro. Aquí o allí. ¡Familia!, desde Barcelona os mando cientos de abrazos y un saco de besos.